El 15 de agosto pasado, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) entregó a la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo la constancia de mayoría que la acredita como presidenta electa de los Estados Unidos Mexicanos, con lo cual ya es oficial que se convertirá en la primera jefa de Estado y de gobierno, después de 65 presidentes hombres en 200 años de vida independiente de nuestra República.
El TEPJF reconoció oficialmente esta victoria con 35 millones 924 mil 519 votos, es decir, con el 59.76 por ciento del total de sufragios emitidos en los comicios que tuvieron la participación de 60 millones 115 mil 184 ciudadanas y ciudadanos. El Tribunal validó la elección presidencial, al considerar que fue libre, auténtica, democrática, legal, transparente y periódica, así como representativa de la voluntad de quienes votaron, y que cumple con los requisitos de certeza, legalidad, independencia, imparcialidad, de máxima publicidad e integridad.
Si bien existieron inconformidades, como en cualquier proceso electoral del mundo, el TEPJF rechazó que fueran lo bastante sólidas o suficientes como para dar pie a la pretensión de la oposición política de anular los comicios y realizar una nueva elección.
Entre las inconformidades se alegaba, por ejemplo, que hubo un contexto de violencia generalizada y que el crimen organizado intervino en la elección. Como pruebas, se presentaron enlaces electrónicos a notas periodísticas y columnas de opinión; sin embargo, la mayoría de las y los magistrados del Tribunal manifestaron en su sentencia que esos textos “hacían referencia a situaciones de violencia aislada o focalizada en su mayoría, en lo municipal y local, sin vinculación con la elección presidencial”.
Con la validación de la autoridad electoral de la Dra. Claudia Sheinbaum como presidenta electa, las mujeres de México logran también, gracias a su lucha, así como al progresismo de la izquierda mexicana, arribar y estar representadas en la más alta responsabilidad política del país, pero, al mismo tiempo, dar continuidad —junto con millones de personas más— al movimiento de Transformación de la República.
En efecto, por un lado, uno de los significados de la democracia es que también las mujeres participen en la conformación de los órganos del Estado en todos los niveles, y que se mantengan presentes en la toma de decisiones de estos.
Por otro lado, la Transformación del país es real. Hoy nuestro pueblo está empoderado y se hace escuchar; su opinión y voz son las únicas que cuentan. Hoy existe separación entre el poder económico y el poder político; existen programas sociales para todas y todos; se incrementó el salario mínimo; se rescató y fortaleció a la Comisión Federal de Electricidad y a Pemex; no aumentaron los precios de la electricidad y los combustibles por encima de la inflación; se combaten la corrupción y los privilegios fiscales, y se contruyen obras e infraestructura para llevar desarrollo al país, como el Tren Maya, el Tren Transístmico, la Refinería Olmeca y el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, entre otras.
La Dra. Sheinbaum se comprometió a continuar y profundizar la Transformación, con medidas como no elevar los precios de la electricidad, la gasolina y el gas LP en términos reales; no incrementar el precio de la canasta básica; aumentar el salario mínimo; dar continuidad a todos los programas sociales actuales; ampliar el número de escuelas públicas de educación media superior y superior; seguir fortaleciendo al IMSS y al ISSSTE; construir 3000 kilómetros de vías férreas en el país; poner orden en las concesiones de agua potable, e impulsar las ciencias, las humanidades y el desarrollo tecnológico, entre muchas otras.
La entrega de la constancia de mayoría a la Dra. Claudia Sheinbaum como presidenta electa de México significa que la elección fue legal, libre y que refleja claramente la voluntad soberana de la mayoría de nuestro pueblo, pero también simboliza y materializa la Transformación que atraviesa la nación y, sobre todo, el deseo de que continúe.
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