La desigualdad educativa y su relación bidireccional con la desigualdad social son de acuerdo con Martínez Abellán (2014), las barreras que nos encontramos a nuestro alrededor. Los sociólogos Capitán y García (2012), aportan su opinión y distribuyen a la sociedad en una serie de niveles a los que ellos denominan “fracturas sociales”: nivel de poder, político, económico y simbólico.
El bienestar de cada uno de estos niveles dependerá del género, de la etnia y la clase a la que pertenece el individuo, pues por desgracia algunas de ellas desembocan en procesos de desarrollo y distribución de recursos desigual entre las sociedades actuales, más concretamente existe una diferenciación o desigualdad social que enmarca a los colectivos en una jerarquía donde unos tienen más derechos que otros. La estratificación social permite resaltar las diferencias entre las diversas clases sociales recordando qué funciones debe cumplir cada una de ellas generando a la vez rechazo por parte de la sociedad a los individuos de las otras clases sociales por motivos de rasgos físicos, lengua materna y lugar de procedencia, creencias, costumbres, condición económica, etc., enfatizan en “Desigualdad educativa. Una aproximación teórica”, Anabel Aranda Martínez y Mª Ángeles Hernández Prados, de la Universidad de Murcia.
La exclusión social es uno de los problemas más importantes con los que actualmente se enfrenta nuestra sociedad, siendo evidente que las desigualdades de naturaleza social, económica y civil son mayores que en cualquier otro período (Barton y Slee, 1999). “Cada vez con mayor frecuencia se asume la complejidad de la educación, rasgo que por hendidura debería transferirse al conjunto de problemáticas que emergen en la misma. En cualquier caso, la desigualdad educativa es un problema multidimensional, poliédrico, en el que no se puede reducir a una sola causa o factor. En este sentido, para Alegre Canosa (2010), la comprensión formal o estructural del sistema educativo no es el único factor explicativo de la existencia de realidades escolares más o menos desigualitarias, y enfatiza el papel que desempeñan la implantación de los rasgos del mercado laboral en los sistemas educativos, denominándose casi-mercado”.
Otros autores opinan en relación con los componentes que promueven la desigualdad educativa, entre ellos Blanco Guijarro (2006), una serie de factores que dan lugar a la exclusión social en la escuela en términos de desigualdad educativa y social, entre ellos: nivel socioeconómico familiar: como su nombre indica, el nivel adquisitivo de las familias es uno de los principales factores que dificultan el acceso a una educación de calidad abriendo la grieta de la desigualdad educativa y social. El alumnado que presente necesidades educativas especiales: es el colectivo que se encuentra más excluido, en ocasiones no reciben una buena educación o simplemente se encuentran escolarizados en centros de educación especial de manera discriminatoria. También el colectivo de personas que provienen de otro país, normalmente estos individuos viven en zonas rurales que son las más pobres y en los centros educativos no se lleva a cabo una enseñanza intercultural que enseñe a los alumnos a respetar el resto de las culturas.
En el caso de México, el Centro de Investigación sobre Política Pública opina en “Desigualdades educativas en México”, que una de las principales barreras para el desarrollo económico y social de México es la desigualdad educativa, entendida como las diferencias en el acceso, los recursos didácticos disponibles, la infraestructura y la calidad educativa a la que accede la comunidad educativa. En el Foro Económico Mundial se expuso que la desigualdad educativa en México rebasó el promedio de la región latinoamericana y del mundo en 2023. Al identificar las desigualdades a las que se enfrentan los estudiantes mexicanos, el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) presenta un panorama general de los obstáculos educativos para los estudiantes, así como algunas propuestas para cerrarlas. México necesita un sistema educativo que genere en sus estudiantes las habilidades necesarias para el futuro, pero también uno que garantice la igualdad educativa en términos de acceso, permanencia y calidad en el país.
“En México hay 34.8 millones de niños, niñas y jóvenes entre tres y 18 años que, por su edad, deberían asistir a la educación obligatoria. De ellos, 6.4 millones no asisten a la escuela (18%). La mitad de los estudiantes que no logran acceder a la educación formal pertenecen a algún grupo desfavorecido, tales como las comunidades indígenas, personas con discapacidad, población rural y afrodescendiente. La población que enfrenta mayores obstáculos en el acceso se da entre las personas que hablan alguna lengua indígena, ya que, de ellas, casi tres de cada 10 no asisten a la escuela. Esto representa una diferencia de nueve puntos porcentuales en comparación con aquellos que solo hablan español. Estas poblaciones enfrentan barreras estructurales, como el idioma, la falta de infraestructura, la lejanía de planteles o las normas sociales, que limitan su acceso a una educación de calidad”.
Otro obstáculo para cerrar las brechas educativas es la falta de permanencia en la escuela, es decir, los estudiantes abandonan la escuela antes de concluir la educación obligatoria. En México nueve de cada 10 estudiantes que inician la primaria logran llegar a la secundaria, pero la proporción se reduce a siete entre estudiantes de habla indígena y a seis entre jóvenes con discapacidad. Conforme avanza el camino hacia la educación superior, las diferencias se profundizan. Solo uno de cada tres jóvenes que inició la primaria logrará llegar a la universidad, sin embargo, esta cifra se reduce a cuatro de cada 100 entre las personas con discapacidad y a tres de cada 100 de aquellos que hablan alguna lengua indígena.
A lo anterior se suman otras barreras que condicionan la educación de calidad. El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) señaló en 2020 que uno de cada 10 mexicanos en educación obligatoria está en rezago educativo, es decir, que su nivel escolar no corresponde al que deberían tener de acuerdo con su edad. Factores como el nivel socioeconómico, la plantilla y capacitación docente, así como el acceso a una mayor conectividad pueden influir en la calidad educativa que reciben los estudiantes.
Las políticas educativas que surjan de la nueva administración educativa deben considerar que, para promover el acceso y la permanencia escolar, es necesario generar políticas que respondan a las causas específicas de cada grupo sociodemográfico. Para que estas logren, sobre todo, que las poblaciones vulnerables accedan y permanezcan en la educación formal, es necesario que se formulen con información sobre las causas que originan el problema en cada población escolar. “Superar estas brechas educativas tanto en el acceso como la permanencia entre diferentes grupos poblacionales es solo el primer paso para garantizar la igualdad educativa. El siguiente reto consiste en brindar educación de calidad a todos los niños, niñas y jóvenes que se encuentran dentro del sistema educativo y asegurar que las condiciones socioeconómicas, de personal docente calificado, infraestructura, recursos didácticos, y otras barreras más se superen”. En otras palabras, que el sistema educativo luche por establecer la equidad, por construir una sociedad más humana, más sostenible y en la que todos podamos vivir dignamente.