/ domingo 7 de julio de 2024

Lluvia, viento, sentir el cielo

Las raíces de nuestra sangre, se hunden en los profundos destinos de las guerras y silencios, del mundo convertido en otros mundos, de la lluvia y el viento que desparpajan el cabello, entre suspiros y melodías de amor que suben a tu encuentro.

No sé cómo te llamas, pero siempre has estado a mi lado, el rebelde he sido yo, con ese yo recalcitrante que penetra la angustia de los necios; he tartamudeado con mi propia sombra, he querido olvidar los amores perdidos, he sobrevolado muchos nidos; el fuerte viento de las colinas me ha observado caminar solo y en regreso a mi hogar, en ocasiones la lluvia se ha convertido en su aliada, bañando mis lágrimas al correr por los campos. Incrédulo y a veces extraviado, engolfado en mi mundo terco, la providencia me ha cobijado, y sin darme cuenta me ha rescatado; desde el cielo partido en llamas, por los truenos y relámpagos que estrujan mi alma para volverla humilde y sabia, sencilla y sin apariencias, así me pregunto: ¿Qué sería del ser humano al desnudo? Sin tanto preámbulo y alarido, sin tanta fatuidad y olvido, sin vivir para tener o tener para ser alguien dentro de la tormenta copiosa, el agua deslava, tira, arroja, empantana, y mueve las piedras más grandes y pesadas.

Al mirar al cielo, volteo al suelo y me siento como otro ángel caído, con una cauda de fuego que me trajo entre gritos y suspiros a la vida. Mi padre siempre fue mi héroe, mi consentido, no así mi madre tan celosa y posesiva, pero entre ambos formaron mi carácter y muy probablemente mi tendencia al arte, a la libertad, al arrojo, y a mirar el cielo, la lluvia y el viento como un lenguaje del mismo creador que hace latir nuestro corazón. Así al sentir mi propio cielo, he perdido el miedo a lo desconocido, aprendiendo de mis gentes, de mis amigos, de otros seres que pasan casi inadvertidos; y sin embargo me he convertido en un cazador de mis sueños perdidos, encontrando joyas en los jardines prohibidos, no sin antes revolotear en mi nido, al extender las alas para volar alto, muy alto, más allá de lo permitido.

Al expresarme poéticamente deseo romper la frialdad de las en ocasiones tristes redes sociales, donde hoy haces amigos, donde te prometen de todo pero sin ningún sentido u objetivo; admito que soy un usuario de las mismas, pero mis alarmas se encienden al momento en que me siento más que vacío, es decir, cuando pierdo el contacto con mí realidad. “Todos los retos o problemas llegan a ser más pequeños si no los evitas y los confrontas. Si acaso tocas un cardo en forma tímida, el cardo te pinchará; si lo agarras con valentía, sus espinas se desintegraran”. William Halsey.

Lo mismo puede suceder con nosotros al pensar tanto en el mañana, que venimos suprimiendo el futuro ahora, y se ha señalado en nosotros los mexicanos que somos los de “para la otra oportunidad”, “mañana lo intentaremos”, “y para qué si de todos modos esto no va a resultar”, y así por el estilo nuestra propia lluvia de pretextos y buenos deseos se quedarán en el tintero de nuestra mente, archivados en el apartado de mejores intenciones para vivir y actuar en consonancia. Postergamos, juramos hacer tal o cual cosa, luego ni nos acordamos, y el viento nos recuerda en la propia cara lo que hemos perdido, al devolvernos los recuerdos de un ayer distante. No digo que todo el mundo sea así, pero sí apunto el hecho de que podemos mejorar nuestra actitud personal al actuar en pequeños pasos, logros y avances.