Independientemente de que a la madre se le debe reconocer y festejar a diario, mañana se celebrará el día dedicado a las madres mexicanas, ya que hay varios países que se festejan en otras fechas.
Sin duda, cada persona tiene diferentes maneras de amar, respetar, elogiar y extrañar a su mamá, pero en general, para nosotros como mexicanos y latinos, la madre tiene un lugar especial en el contexto social y en nuestro corazón, por ello cito a una mujer extraordinaria, quien a pesar de su juventud, crio ocho hijos, los cinco primeros seguiditos, uno tras otro y tras una pausa, llegaron tres más.
A todos los formó en un ambiente de amor, de cuidados, de juego, disciplina, buenas costumbres, hasta formarlos hombres y una mujer de bien, productivos y que llevaron a sus familias propias, todo lo aprendido en la niñez; les sonará conocido y común si pensamos que hace setenta, sesenta y hasta cincuenta años, eran frecuentes las grandes familias, pero eso no resta el gran esfuerzo que tenían que hacer las madres para manejar la economía, administrar el hogar y educar hijos lo mejor que se podía, así que mi gratitud y reconocimiento a esa madre que nos hizo hombres de bien.
Otra mujer, un tanto diferente, hecha a la modernidad en que la superación personal y profesional son predominantes. A la que la vida le bendijo con una hija, que si bien su educación y cuidado estuvo más a cargo de su abuela, por cuestiones laborales, en esta época en que la economía es responsabilidad de las parejas, nunca le faltó el amor, el beso y el abrazo para con su hermosa hija y así entre dos mujeres la fueron formando como una niña excelente y muy amada. Lamentablemente, el destino le deparaba una desgracia y dejó esta vida y con ello una herida muy profunda en su hija, herida que si bien el tiempo disminuirá el dolor, pero nunca la extrañeza y el pesar.
La tercera mujer también es especial, a ella la vida la bendijo con dos hijos, el mayor siempre muy tranquilo, correcto y educado; la segunda, desde muy pequeña, un torbellino, inquieta, audaz, un tanto traviesa, pero al igual que el hermano, muy educada y estudiosa. Encargada de su educación y lidiando con dos caracteres tan distintos, logró hacer de ellos, con amor y disciplina, hombre y mujer de bien, trabajadores y productivos, luchadores y con gran confianza en sí mismos, y aunque ya son adultos, las preocupaciones, consejos y recomendaciones de esa madre nunca terminan como tampoco el amor incondicional y sempiterno.
Y si bien parecía que los hijos tomaban su propio camino, llegó a su cuidado una nena, su nieta, a la que le ha prodigado el mismo cuidado y amor que a sus hijos y que ahora tendrá que continuar con el modelaje de un alma, para hacer con sus propias manos una mujer de bien.
Para ellas mi reconocimiento, admiración y para todas las madres de nuestro país, mi sincera y profunda felicitación en su día.