/ miércoles 26 de junio de 2024

Una cosa es cobijar, otra atrapar

En estos tiempos ¿qué vale más la responsabilidad evidente, la preparación académica, la experiencia laboral y política o la voluntad de servir?

Esta pregunta retórica me lleva nuevamente a los griegos. Todas las ideologías que proclamaban la participación, la libre iniciativa, la solidaridad, la igualdad, la libertad eran capaces de hacer creer en los cambios de lo social.

Es imperativo un golpe de timón en Veracruz. ¿Qué vuelta darle a la tuerca sin barrer la cuerda del tornillo político?

Coincido con varios colegas que han comentado recientemente que la invitación, decisión, designación atinadísima muy inteligente del alcalde Ricardo Ahued Bardahuil como secretario de Gobierno fortalece a la siguiente administración, sin duda, de resultado para dar cumplimiento a los compromisos contraídos en campaña política que construye acuerdos y permite la gobernabilidad, eficiente operador.

Como es su costumbre mantiene una constante actividad.

Funciones del secretario de gobierno: interlocutor de la gobernabilidad en el estado, rector de las políticas del interior, le corresponden relaciones con el Legislativo, con las iglesias, con medios de comunicación, la política poblacional y migratoria y, desde luego los Derechos humanos; la puerta más grande e importante de la administración.

En otro orden de ideas las transiciones no suelen ser tersas. Con sus excepciones Peña Nieto a López Obrador, son más complicadas cuando el electorado cambia de partido o coalición. Pero aun cuando el poder no cambia de color, siempre hay diferencias, desacuerdos, contrastes y pactos entre quién sale y quién entra. Esta no será la excepción.

Los mitos son sismográficos de su tiempo, cuando se derrumban, revelan cosas que no sabemos, no queremos o no nos interesa ver. También descubrieron creencias, formas de captar y expresar la realidad que a unos dejan atónitos y a otros con sus falsos datos, en las densas arenas de la frustración.

En varios sentidos, la elección fue un seísmo que tumbó discursos que parecían expresar la convicción de la mayoría de votantes.

Opiniones comunes, unos ingenuos y otras cínicas.

Pero, como en todo mito, imágenes mentales asociadas a la crítica moral más que a la propuesta política en un país que pide ser visto y atendido. Construidas no para recuperar la confianza en las instituciones y representatividad de las políticas públicas, sino para el deseo, casi inconsciente, de que apareciera un justo medio que contenga extremos de pobreza y concentración de riqueza, donde la moralidad ve el vicio y el exceso, en vez de mecanismos de justicia para asegurar derechos.

En definitiva, los resultados son un golpe al mito de la visión liberal de que la democracia puede avanzar sin divisiones ni confrontaciones como en un todo armónico, y aunque sus instituciones no escuchen la inconformidad de las mayorías y la conviertan en políticas públicas contra la exclusión y el clasismo.

Hace casi 10 años José Elías Romero Apis escribió El jefe de la banda, libro que fue generosamente recibido dentro y fuera del país. Más tarde escribió La dama de la banda, sobre la futura Presidenta. Son libros que resaltan lo grato de nuestra política y no escarban en nuestros caños.

Por el bien de México, deseamos que sea una Presidenta que la quieran porque logre méritos, no porque diga mentiras. Hoy muchos suponen que vamos hacia un maximato. Pero bien dice Pascal Beltrán del Río que la futura Presidenta deberá cortar amarras. Si no lo hace por su voluntad, la obligarán los mercados, la ciudadanía, los medios de comunicación.

En estos tiempos ¿qué vale más la responsabilidad evidente, la preparación académica, la experiencia laboral y política o la voluntad de servir?

Esta pregunta retórica me lleva nuevamente a los griegos. Todas las ideologías que proclamaban la participación, la libre iniciativa, la solidaridad, la igualdad, la libertad eran capaces de hacer creer en los cambios de lo social.

Es imperativo un golpe de timón en Veracruz. ¿Qué vuelta darle a la tuerca sin barrer la cuerda del tornillo político?

Coincido con varios colegas que han comentado recientemente que la invitación, decisión, designación atinadísima muy inteligente del alcalde Ricardo Ahued Bardahuil como secretario de Gobierno fortalece a la siguiente administración, sin duda, de resultado para dar cumplimiento a los compromisos contraídos en campaña política que construye acuerdos y permite la gobernabilidad, eficiente operador.

Como es su costumbre mantiene una constante actividad.

Funciones del secretario de gobierno: interlocutor de la gobernabilidad en el estado, rector de las políticas del interior, le corresponden relaciones con el Legislativo, con las iglesias, con medios de comunicación, la política poblacional y migratoria y, desde luego los Derechos humanos; la puerta más grande e importante de la administración.

En otro orden de ideas las transiciones no suelen ser tersas. Con sus excepciones Peña Nieto a López Obrador, son más complicadas cuando el electorado cambia de partido o coalición. Pero aun cuando el poder no cambia de color, siempre hay diferencias, desacuerdos, contrastes y pactos entre quién sale y quién entra. Esta no será la excepción.

Los mitos son sismográficos de su tiempo, cuando se derrumban, revelan cosas que no sabemos, no queremos o no nos interesa ver. También descubrieron creencias, formas de captar y expresar la realidad que a unos dejan atónitos y a otros con sus falsos datos, en las densas arenas de la frustración.

En varios sentidos, la elección fue un seísmo que tumbó discursos que parecían expresar la convicción de la mayoría de votantes.

Opiniones comunes, unos ingenuos y otras cínicas.

Pero, como en todo mito, imágenes mentales asociadas a la crítica moral más que a la propuesta política en un país que pide ser visto y atendido. Construidas no para recuperar la confianza en las instituciones y representatividad de las políticas públicas, sino para el deseo, casi inconsciente, de que apareciera un justo medio que contenga extremos de pobreza y concentración de riqueza, donde la moralidad ve el vicio y el exceso, en vez de mecanismos de justicia para asegurar derechos.

En definitiva, los resultados son un golpe al mito de la visión liberal de que la democracia puede avanzar sin divisiones ni confrontaciones como en un todo armónico, y aunque sus instituciones no escuchen la inconformidad de las mayorías y la conviertan en políticas públicas contra la exclusión y el clasismo.

Hace casi 10 años José Elías Romero Apis escribió El jefe de la banda, libro que fue generosamente recibido dentro y fuera del país. Más tarde escribió La dama de la banda, sobre la futura Presidenta. Son libros que resaltan lo grato de nuestra política y no escarban en nuestros caños.

Por el bien de México, deseamos que sea una Presidenta que la quieran porque logre méritos, no porque diga mentiras. Hoy muchos suponen que vamos hacia un maximato. Pero bien dice Pascal Beltrán del Río que la futura Presidenta deberá cortar amarras. Si no lo hace por su voluntad, la obligarán los mercados, la ciudadanía, los medios de comunicación.