De la realidad nadie se escapa. Pero quizá de la fantasía tampoco. En “El fin de la tristeza”, el escritor venezolano afincado en México, Alberto Barrera Tyszka, cuenta la historia de un hombre deprimido que se ve envuelto en un escándalo que persigue a su psiquiatra, provocado por un influencer que la acusa en redes sociales de incentivar a sus pacientes a cometer suicidio, mientras se obsesiona con una mujer a la que ve todos los días en la calle y que podría ser el amor de su vida.
¿Pero se pude vivir conscientemente aislado de la realidad? “Es lo que busca el protagonista de la novela, ‘Gabriel Medina’, su premisa es que cuanto más lejos esté de las noticias, más cerca va a estar de la felicidad”, señala el autor de este inquietante thriller en entrevista con El Sol de México.
“Es un poco jugar con esa tentación, esa fantasía que en algún momento podemos tener todos, de alejarnos del caos informativo, donde a veces no es fácil saber qué información es verdad y cuál es una mentira, todo ese caos produce ansiedad, y ‘Gabriel’ piensa que ahí puede estar el origen de su tristeza”, apunta.
Irremediablemente, Alberto Barrera Tyszka lleva al lector a esa fantasía. ¿Qué de lo que está narrando le pasó de verdad al protagonista? “La idea es tratar de poner al lector en los propios zapatos de ‘Gabriel Medina’, y que tenga que preguntarse qué de lo que leyó es real y qué no, contagiarlo y ponerlo a vivir sobre esa duda”.
ESTADO DE TRISTEZA
El autor plantea que hay sistemas “que parecen especializados en producir desaliento, desesperanza, tristeza, es el ‘gaslighting’, que se basa en una película muy vieja que se llama justamente así, donde un marido vuelve loca a su mujer haciéndole dudar de todo lo que ve y lo que percibe.
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“Yo siento que los demás pueden tener un poder enorme, los gobiernos, los medios, las autoridades, los influencers, frente a un ciudadano que está cada vez más indefenso, y ni siquiera tiene las herramientas para poder discernir qué de lo que le están diciendo es verdad”.
Y mientras el autor cree que hay algo optimista en su novela, pues “en el fondo sí se propone la posibilidad de que sólo la relación con el otro nos puede sacar de este caos, como la posibilidad del amor con una desconocida”, también confiesa que “quería jugar con el doble sentido de la palabra fin, que puede ser final, pero también propósito, destino. Que en algún momento se pudiera leer de las dos formas, que el lector se pregunte, ‘¿el final de la tristeza es posible o no?, ¿lo habrá logrado Gabriel?’, y pensar en el propósito de la tristeza, de todo este sistema que parece desordenado, pero que en el fondo nos está sometiendo a este desaliento en el que vivimos”.
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