El ferrocarril es una imagen en la memoria para quienes fueron testigos de su auge en nuestro país y particularmente en Veracruz, ya sea porque pudieron viajar en sus vagones siendo pasajeros, porque lo observaron pasar en sus rieles, porque trabajaron en el o simplemente porque escuchaban su silbato recorrer diversas rutas de nuestros estado y el país.
Cabe destacar que la entidad veracruzana fue punto clave para el desarrollo del ferrocarril en México, aunque hoy en día cada estación y vía se han quedado en el olvido y solo quedan las memorias, fotografías y el arte de los pinceles que plasmaron su visión en un lienzo para que durará por muchos años.
En Veracruz, exactamente en Fortín, un pintor llegó estas tierras para inspirarse en los paisajes que rodean el territorio y así llevarse una obra que fue símbolo de uno de los inventos más grandes en la historia. Hablamos del pintor Carlos Rivera, artistas que murió en la capital veracruzana y tiene un acervo lleno de colores propios de la región.
¿Quién fue el pintor Carlos Rivera?
Oriundo de la Ciudad de México, lugar de nacimiento confirmado por el IPN tras una larga investigación, ya que el mito entre artistas y el público indicaba que este pintor había nacido en la ciudad de Xalapa, sin embargo, se logró encontrar a sus descendientes que ayudaron en la conformación de su biografía.
Así fue como se descubrió que Carlos Rivera fue nacido en Ciudad de México el 21 de diciembre de 1855, siendo hijo del Teniente Coronel de Ingenieros retirado, Romualdo Rivera y su madre fue Francisca de la Cuesta y Fuentes, quienes también tuvieron a dos hijos más, Amparo y Carlos Trinidad, pero fallecieron a los pocos días de haber nacido. Además, se menciona a Concepción (muerta en 1906) y Ángela (aún viva hasta entonces y soltera en 1918). Su árbol genealógico se extiende a sus medias hermanas, Carolina y Francisca.
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Se sabe que Carlos Rivera vivió los primeros años de vida en la Ciudad de México, teniendo su casa en el centro de la misma y ubicándose en el número 26, vivienda número 5 de la Calle de la Acequia, esquina con calle Correo Mayor, a espaldas el Palacio Nacional. Ahí vivó con amor y tranquilidad en familia, siendo estos recueros los que competiera con sus hijos y nietos en un diario que intituló “Memorias para mis hijos, Jalapa 2918”.
Ese libro es legado de la vida que tuvo y que quedaron profundamente marcadas en su ser para después trasmitirlas en su arte. Además, es de relevancia histórica porque en él narra los momentos que vivía la Ciudad de México tras el Segundo Imperio, además de sus paseos por los emblemáticos lugares de esta gran urbe.
Cuando tenía 12 años entró a la antigua Academia de San Carlos solo unos meses después de que entrara en vigor la Ley de Instrucción Pública para el Distrito Federal que se promulgó el 2 de diciembre de 1867.
En sus inicios como estudiante tuvo grandes maestros, como Santiago Rebull (dibujo al natural), Juan Urruchi (dibujo y yeso claroscuro), Sebastián Navalón (grabado en hueco), Pelegrín Clavé (pintura de temas bíblicos y retrato), Rafael Flores, Petronilo Monroy (paisaje), Vicente Heredia y Eleuterio Méndez. Aunque la figura que más destacó fue Eugenesio Landesio, quien fue su maestro por tres años.
La historia señala que cuando Benito Juárez se reeligió como presidente, nombró como catedrático de la Academia a José María Velasco y es aquí donde conoce a Rivera, haciéndose maestro y disculpo, dedicándose a reproducir espacios abiertos, inclinándose por la vegetación por los transparentes cielos del valle de México, volviéndose el más destacado aprendiz de Velasco.
El potencial de Rivera como alumno lo hizo el mejor, notándose en los temas nacionalistas en los cuales también incursionó Velasco desde 1869. Rivera hizo su propia interpretación en cuadros como: El Flechador del Sol, El Asedio de México-Tenochtitlán, Entrevista entre Moctezuma y Netzahualpilli.
¿Cómo fue la visita de Carlos Rivera al Fortín, Veracruz?
Fue en el año 1881 cuando estaban por cumplirse 100 años de la Academia de San Carlos, siendo esta la oportunidad para darle un realce a la exposición de ese año y hacer una gala del talento de maestros y alumnos.
Siendo este el posible motivo por el que el Director de la Escuela Nacional de Bellas Artes, Roman S. Lascurain, solicitara un pase libre por tres meses para que el pintor Carlos Rivera viajará a la estación del Fortín y así copiar paisajes del natural en la región de Orizaba para estudiar la vegetación, ya que este artista ya había hecho estudios junto en la Villa de Guadalupe junto a su maestro José María Velasco.
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La pensión de Rivera se vencía en 1882, así que era conveniente que saliera de la capital pues era necesario que los paisajistas se acostumbraran a viajar para adquirir práctica en campo. La Secretaría de Fomento solicitó al director de Ferrocarril Mexicano que le proporcionara boletos necesarios para el traslado del alumno y su maestro, siendo este viaje el 19 de enero de 1881.
Si se alojaba en la pensión del Fortín, serían 30 pesos al meses, donde viviría que económicamente y podría pagar un criado para que transportara los útiles al lugar seleccionado por Rivera, siendo vigilado por Velasco. Los gastos que ocasionarían los viajes del maestro consistieron en 10 pasajes de ferrocarril más 4 a 6 en cada viaje, ya que tenía que quedarse a dormir una noche en la estación del Fortín.
La Secretaría de Fomento solicitó al director del ferrocarril Mexicano que diera boleros necesarios para trasladarse él y su maestro, dándoles pase libre por tres meses. Fue el presidente de México, a través de Tesorería General, quien otorgó al joven pintor la cantidad de 30 pesos mensuales por tres meses en esta encomienda por Fortín, esto porque era un alumnos destacado, responsable y comprometido con su trabajo.
Según la investigación hecha por el IPN, durante el viaje de este pintor a Veracruz en 1881, José M. Velasco bajó del tren que lo transportó del puerto (Veracruz) a la estación del Fortín, buscó un lugar apropiado para realzar varios apuntes. Se indica que en un paraje conocido como el Jonotal pintó una vista de la cañada del Metlac, con la vía del ferrocarril que fue concluida en 1873 y teniendo como vista al majestuoso Citlaltépetl en el fondo.
Fue este cuadro en el cual se basó 16 años después la exuberante vista de la cañada de Metlac, y que fue adquirida por la Secretaria de Justicia e Instrucción Cañada Metlac, y de esta manera es que el ferrocarril se incluyó en cuadros de Rivera y Vasconcelos, siendo una especie de agradecimiento por los boletos proporcionados para su viaje a la estación del Fortín. Los bosquejos del ferrocarril en poder del Museo Nacional de Arte de Veracruz (MAEV).
Tras el viaje en Veracruz se sabe que expuso su obra en la Escuela Nacional de Arte, siendo su primera pintura la inspirada en la Barranca de Metlac, titulada bajo ese mismo nombre y haciendo de esta el emblema del ferrocarril en Veracruz.
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Las obras de Velasco y sobretodo Rivera cautivan por la presentación del paisaje, el progreso que representa con la máquina del ferrocarril y la maravillosa vista de los alrededores de Orizaba en una época que hoy queda plasmada en un lienzo.
Carlos Rivera pasó la mayor parte de su vida en Xalapa, teniendo su residencia en esta ciudad que lo vería morir un 4 de julio de 1939, siendo recordado como el pintor que hizo que la barranca de Metlac fuera el punto más pintoresco del ferrocarril de Veracruz.