/ martes 11 de junio de 2024

Carlota vuelve al Castillo de Chapultepec: Alejandra Chacón encabeza monólogo de la emperatriz

Alejandra Chacón encarna en monólogo a la emperatriz, quien junto con Maximiliano de Habsburgo gobernó México

En lo más alto del cerro, a 45 metros sobre el nivel de la CDMX, se encuentra el Torreón del Alcázar del Castillo de Chapultepec. Dentro, la actriz Alejandra Chacón se mira en el espejo, aplica corrector, enciende sus mejillas y delinea sus ojos: poco a poco, se transforma en la emperatriz María Carlota de México (1840-1927).

“El vestuario, aunque no sea uno de los vestidos reales de Carlota sino una adaptación, tiene un gran peso simbólico, que tiene que ver con la responsabilidad que ella tuvo al gobernar y hacerse cargo de un país y un pueblo. Como dicen, el hábito no hace al monje, pero bien que lo ayuda”, confiesa Alejandra Chacón, sonriente, en entrevista con El Sol de México, mientras, frente a ella, un suntuoso collar de perlas y una corona de hermosa bisutería la esperan pacientemente para terminar su caracterización.

Así se prepara la actriz para una de las presentaciones del monólogo Carlota, que actualmente se celebra en el Alcázar del Castillo, el mismo recinto donde la emperatriz se instaló con su esposo, el archiduque de Austria, Maximiliano de Habsburgo (1832-1867), último emperador de México, durante la segunda intervención francesa, de 1863.

Se trata de una obra, escrita y dirigida por el dramaturgo Rodrigo González, quien se basó en las cartas que la emperatriz Carlota escribió de su puño y letra a su esposo, familiares y conocidos de la nobleza y que retrata diversas etapas de su vida.

Un testimonio que, a decir de Alejandra -quien luce ya su vestido imperial- retrata los múltiples rostros de una mujer inteligente, que tuvo que pasar de la ilusión a la desesperación, primero al darse cuenta de que el contexto del país no era sencillo como había creído y luego “porque Napoleón III retira sus tropas, su papá no los ayuda y Juárez captura a Maximiliano, para fusilarlo después”.

“Carlota quedó huérfana de madre muy pequeña y su padre, el Rey de los belgas, Leopoldo I, la educó a la par de su hermano quien era sucesor a la corona. Entonces ella supo bastante de política, aprendió varios idiomas, sabía de tácticas militares, por lo que estaba en verdad muy preparada para gobernar, aunque no tenía ninguna esperanza de hacerlo en Europa.

“Yo creo que al presentársele a la oportunidad quiso aplicar lo que sabía y que incluso estaba mucho más informada que el mismo Maximiliano, por lo que intentó tomar decisiones, cosa que no fue nada fácil, porque ambos eran nobles, más liberales de lo que pensaban”, agrega Chacón, quien afirma que ni para la creación del texto ni para su propia actuación se utilizaron otras interpretaciones literarias de la vida de Carlota, sólo estrictamente las cartas e investigaciones de especialistas, finaliza la actriz.

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Al pasear por los jardines del Alcázar, frente a la cámara de este diario, la actriz parece poseída al instante por su personaje, sin palabras su mirada y su figura adquiere la firmeza de la nobleza que representa. Entonces ya no hay Alejandra, sólo es Carlota, la emperatriz que pasea de nuevo en sus jardines.

Carlota, producción de la Infinita Compañía, se presenta todos los sábados de junio y julio a las 20:00 horas. El acceso al Alcázar, que se encuentra en el Museo Nacional de Historia, es únicamente peatonal, con un recorrido de 15 a 30 minutos.

En lo más alto del cerro, a 45 metros sobre el nivel de la CDMX, se encuentra el Torreón del Alcázar del Castillo de Chapultepec. Dentro, la actriz Alejandra Chacón se mira en el espejo, aplica corrector, enciende sus mejillas y delinea sus ojos: poco a poco, se transforma en la emperatriz María Carlota de México (1840-1927).

“El vestuario, aunque no sea uno de los vestidos reales de Carlota sino una adaptación, tiene un gran peso simbólico, que tiene que ver con la responsabilidad que ella tuvo al gobernar y hacerse cargo de un país y un pueblo. Como dicen, el hábito no hace al monje, pero bien que lo ayuda”, confiesa Alejandra Chacón, sonriente, en entrevista con El Sol de México, mientras, frente a ella, un suntuoso collar de perlas y una corona de hermosa bisutería la esperan pacientemente para terminar su caracterización.

Así se prepara la actriz para una de las presentaciones del monólogo Carlota, que actualmente se celebra en el Alcázar del Castillo, el mismo recinto donde la emperatriz se instaló con su esposo, el archiduque de Austria, Maximiliano de Habsburgo (1832-1867), último emperador de México, durante la segunda intervención francesa, de 1863.

Se trata de una obra, escrita y dirigida por el dramaturgo Rodrigo González, quien se basó en las cartas que la emperatriz Carlota escribió de su puño y letra a su esposo, familiares y conocidos de la nobleza y que retrata diversas etapas de su vida.

Un testimonio que, a decir de Alejandra -quien luce ya su vestido imperial- retrata los múltiples rostros de una mujer inteligente, que tuvo que pasar de la ilusión a la desesperación, primero al darse cuenta de que el contexto del país no era sencillo como había creído y luego “porque Napoleón III retira sus tropas, su papá no los ayuda y Juárez captura a Maximiliano, para fusilarlo después”.

“Carlota quedó huérfana de madre muy pequeña y su padre, el Rey de los belgas, Leopoldo I, la educó a la par de su hermano quien era sucesor a la corona. Entonces ella supo bastante de política, aprendió varios idiomas, sabía de tácticas militares, por lo que estaba en verdad muy preparada para gobernar, aunque no tenía ninguna esperanza de hacerlo en Europa.

“Yo creo que al presentársele a la oportunidad quiso aplicar lo que sabía y que incluso estaba mucho más informada que el mismo Maximiliano, por lo que intentó tomar decisiones, cosa que no fue nada fácil, porque ambos eran nobles, más liberales de lo que pensaban”, agrega Chacón, quien afirma que ni para la creación del texto ni para su propia actuación se utilizaron otras interpretaciones literarias de la vida de Carlota, sólo estrictamente las cartas e investigaciones de especialistas, finaliza la actriz.

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Al pasear por los jardines del Alcázar, frente a la cámara de este diario, la actriz parece poseída al instante por su personaje, sin palabras su mirada y su figura adquiere la firmeza de la nobleza que representa. Entonces ya no hay Alejandra, sólo es Carlota, la emperatriz que pasea de nuevo en sus jardines.

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