Ante el llamado mundial a la protección del patrimonio cultural, el investigador Miguel Ángel Sosme opina que en Veracruz hay una ambivalencia: por un lado hay un patrimonio vigoroso en lo que vivimos diariamente y, por otro, enfrenta grandes amenazas.
Los riesgos, explica, son sobre todo en las regiones más pobres, las indígenas, constantemente afectadas por el machismo, la discriminación y la violencia.
En el caso de los textiles, manifiesta que es un universo todavía desconocido en México y el mundo, porque no solo es un producto sino todo lo que hay detrás de la producción artesanal, “realizada a mano mayormente por mujeres, quienes han sido escasamente atendidas y escuchadas”.
En general, cree que debe haber una mayor visibilización porque la entidad es rica, con una raíz histórica mestiza que le ha permitido tener una diversidad de expresiones culturales, artísticas y estéticas.
En el mestizaje y su raíz histórica, dice, están las bases de las expresiones culturales, pues en el estado hay una amalgama entre las raíces veracruzana, africana, indígena y europea.
“Veracruz no se podría entender sin este mestizaje y particularmente sin la mezcla del carácter, la alegría y el colorido que tiene su gente. A Veracruz le caracteriza la creatividad, la originalidad y el dominio de técnicas prehispánicas; muchas de ellas todavía tienen un papel fundamental en la vida cultural y comunitaria del país”.
En colaboración con el Centro Cultural Atarazanas, el maestro en Ciencias Sociales comparte información para promover y difundir la cultura veracruzana. En este material ahonda en la labor femenina.
“Históricamente ha sido invisibilizada e ignorada y, en el sector del arte, no es la excepción; se podría hacer más énfasis en las mujeres indígenas, que a pesar de su gran talento no han tenido los espacios que se merecen”.
El antropólogo es conocido por su investigación y promoción del arte textil y las experiencias de vida que tienen las mujeres dedicadas al telar de cintura, tanto en lana como en distintas fibras.
Enfatiza que el patrimonio cultural se vive, lo vivimos todos los días, en todas las expresiones, en lo que comemos, bebemos, vestimos y vivimos. Recuerda que el patrimonio cultural está en constante cambio y transformación, y que sí está en riesgo, entre otras cosas, por las dinámicas e ideas desarrollistas.
Sobre el patrimonio cultural de los pueblos indígenas apunta que está constantemente amenazado por distintos factores, entre ellos, la discriminación, el racismo la pobreza y el abuso.
Además, menciona las “políticas públicas erradas” que buscan incentivar el desarrollo económico, anteponiéndolo al desarrollo cultural, al biocultural, al ecológico y a la conservación de los recursos naturales.
Otro factor que nombra es el de los recursos públicos; señala que cada vez hay menos para incentivar el patrimonio cultural y cada vez hay más recortes en el tema de cultura. Por otra parte, cree que la sociedad no debe ignorar, desatender ni desentenderse de su patrimonio.
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Lamenta que el arte textil muchas veces ni siquiera es considerado como parte del patrimonio porque muchas veces como sociedad lo que se busca es mirar hacia otros lados.
“Creemos discursos que tienen que ver con el desarrollo, entonces vemos lo que están haciendo otros países como Estados Unidos o Europa, y no está mal, pero lo hacemos ignorando la gran riqueza que tenemos en el país”.
Puntualiza que como sociedad hacen falta cambios, especialmente cuando se le pregunta a los artesanos o artistas populares cuánto es lo menos, cuando se les señala por la forma como se visten, como se comunican o como viven.
En cuanto al papel de los jóvenes, cree que así como hay quienes no están interesados en el patrimonio, pero muchos más contribuyen a conservarlo y salvaguardarlo.
“Ser joven es una oportunidad y un compromiso por mantener lo que somos y transmitirlo a las siguientes generaciones”, expresa quien mantiene activa la cuenta en Facebook de Tejedoras de la Sierra de Zongolica.
Nota publicada en Diario de Xalapa