Y aquí están a pesar de todo. El orgullo y la pasión es lo que los mueve. Las ganas de aferrarse al milagro, porque es verdad, la esperanza muere al último. Quizá es irracional pensar que los números van a moverse en favor, que todos los que deben no sumar, en efecto, no lo harán, pero, qué sería del futbol sin esa dosis de dramatismo y esperanza. La pelota no es racional.
Ante el odiado rival quieren tener esa última bocanada de fe. Aquí los números no importan, porque cuando ruede el balón en el estadio Azteca, las estadísticas van a quedar fuera.
Aquí están a pesar de todo, profesan su amor al campeón del futbol mexicano, se hermanan, se abrazan. No por nada son los Chiva hermanos.
La espera en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México es brutal. No tanto como los 10 años que aguardaron para levantar el trofeo. Las camisas rojiblancas inundan el AICM. Todo es calma hasta que aparecen los ídolos de la multitud, sus guerreros, los que los hacen reír y llorar. No todos son longevos. Los niños aprendieron a amar el escudo. Algunos patean un globo. Simulan que son Alan Pulido a punto de vacunar al acérrimo rival.
Los únicos que no llegaron a la CDMX, son Jair Pereira y Rodolfo Pizarro, sin embargo, la ilusión está intacta. Con los guerreros que vienen es suficiente.
Otros más piden garra y espíritu. Hoy no les importa más si terminan rezagados en la general. Solamente les importa demostrar que ellos son los más grandes, porque no abandonan en los malos momentos.
A pesar de todo aquí están, cantan, bailan, alientan, pero sobre todas las cosas sueñan con vencer al América.
EN EL HOTEL DE CONCENTRACIÓN
Por un momento parecía que la mala racha de Chivas no afectaría a los seguidores, ya que el recibimiento en el aeropuerto fue una gran fiesta rojiblanca. Sin embargo su llegada al hotel de concentración pintó lo contrario.
Pocos aficionados fueron los que se dieron cita para ver a sus estrellas. Transcurrieron los minutos y el grupo poco a poco fue creciendo pero no en gran magnitud.
La seguridad del hotel tomó sus precauciones, colocaron una valla con el fin de hacer el acceso del equipo lo más rápido posible. Después de una larga espera llegó la hora anhelada. El autobús del Rebaño llegó mientras los cánticos se hacían presentes.
Los elementos tapatíos no quisieron dar declaración alguna, por lo que bajando del autobús se metieron directamente a su lugar de descanso.
Matías Almeyda, y Rodolfo Cota fueron quienes se detuvieron para atender a los aficionados que le gritaban: “En las buenas y en las peores, siempre apoyando”.
El más aclamado de la tarde fue la figura del conjunto, Alan Pulido, quien pese a ver que los seguidores hicieron de todo para conseguir una foto con él, “Puligol” no hizo nada por detenerse.