“La Ciudad de las Aguas Alegres” se ubica en las faldas del volcán más alto de México, la escarpada sierra volcánica del Citlaltépetl, el famoso Pico de Orizaba. Esta ciudad no fue fundada con un acta y un plano preciso para convertirse en lo que es hoy, ya que fue trazada informalmente por los españoles para crecer con construcciones sobre el Camino Real.
Los fatigados viajeros que iban del puerto de Veracruz a la Ciudad de México podían tener un albergue para seguir con su travesía tras descansar y alimentarse. Con este auge de visitantes, el lugar comenzó a florecer, sumado a la llegada de los cultivos tropicales para la explotación comercial, muy especialmente el de la caña de azúcar.
A partir de entonces comenzaron a construirse los primeros ingenios para procesar la caña, comercializarla y exportarla. Todo eso comenzó desde el siglo XVI, donde aquella población de arrieros y comerciantes agrícolas llegaron a obtener buenas ganancias poco a poco, concentrándose en el espacio que los españoles fundaron, además de que surgieron los primeros barrios que eran llamados Pueblos o Repúblicas de indios.
De entre los ingenios, hubo uno que tuvo un desarrollo importante, El Ingenio de Nogales.
¿Cómo surgió El Ingenio de Nogales?
Hablar del Ingenio es remontarnos a la época prehispánica, pues fuentes históricas mencionan que antes era conocido como Oxtot-ícpac que proviene del náhuatl y significa “Lugar del asiento de la cueva”. En la Conquista fue solo un lugar de paso, pero en 1542 el virrey don Antonio de Mendoza adquirió la propiedad para fundar un ingenio para moler caña de azúcar, siendo uno de los primeros en la Nueva España.
La abundancia de agua y las prosperas tierras para la siembra fueron el motivo por el que el Ingenio tuviera tiempos de esplendor. Este importante lugar destinado a la molienda de caña de azúcar fue llamado desde entonces y hasta el siglo XIX como El Ingenio o el Ingenio de los Nogales.
Escritos de Fray Alonso de la Mota y Escobar, Obispo de Tlaxcala, señalan que visitó el entonces Ingenio de los Nogales y narró que a principios del siglo XVII el lugar ya contaba con un cura, vicario y compañía de “españoles, mulatos, negros y mestizos”, indicándonos que para aquellos años, Nogales era uno de los sitios más importantes de la zona en Orizaba.
El incendio que acabó con El Ingenio
Aunque Nogales tenía un auge que sobresalía, un incendio acabó con todo lo que entonces se conocía. Según información del Ayuntamiento de Orizaba y de la Universidad Veracruzana, en 1716 un terrible incendio arrasó con la factoría más importante de la región, pero no fue solo el ingenio lo que padeció en este gran siniestro.
Además que el lugar donde se molía la caña quedó destruido, el templo y una porción enorme de las viviendas de El Ingenio quedaron hechas cenizas, incluyendo las pérdidas humanas, pues hubo quienes no lograron salir a tiempo de sus hogares o quedaron atrapados por las llamas.
Los que sobrevivieron a este trágico evento, emigraron a Orizaba, y comenzaron una nueva vida en una tierra que les brindó lo que buscaban: prosperidad. Con esa importante llegada de personas que buscaban comenzar y construir un nuevo hogar, se fundó el hoy barrio de Santa Anita.
Los viajeros se asentaron en tierras que pertenecían a los Marqueses de Sierra Nevada, mismas que se tendían desde el Cerro del Borrego hasta las riberas del río Orizaba, terrenos que se llamaban El Varejonal por el tipo de vegetación que abundaba.
Desmontando aquellas tierras, comenzaron a tener sembradíos, como hortalizas para su sustento y el culto a Nuestra Señora de Santa Ana, su patrona y a quien le edificaron una capilla que le dio nombre a las primeras calles que se habitaron, pero que fue derrumbada en 1857.
De su patrona es que proviene el nombre del barrio, Santa Anita, haciéndole honor a la ayuda que aseguraban les brindaba para mejorar. Este barrio se ubicaba entre las calles Poniente 7, Norte 5 y Norte 3, el cual fue uno de los sitios más icónicos de Orizaba, no solo por su antigüedad, sino por sus patios de vecindad y las familias que le daban un aspecto cálido, pintoresco e importante como lugar de reunión y punto de referencia.
Las antiguas casas con edificaciones coloniales han ido desapareciendo por construcciones modernas. Lo que los habitantes añoran son esos patios de vecindad, los cuales desde hace años han sido hogar de familias completas y con cientos de historias que van y vienen, dejando una huella imborrable en la memoria de cada uno.
Las calles de Santa Anita, 1ra y 2da, se encontraban en los terrenos donde hoy está la Alameda, además de otras tres que iban desde oriente conocidas como 3ra y 5ta de Santa Anita. Santa Anita aún resuena en la memoria orizabeña en el patio de vecindad que lleva su nombre y se erige en las riberas del río en la calle Colón.
¿Qué pasó con El Ingenio?
Aunque fue lento, el Ingenio se recuperó de la tragedia de ese incendio en 1716, siendo durante el siglo XIX cuando se acentuaron los avances de sus mejoras, como las fábricas textiles de San Lorenzo y Mirafuentes, así como una factoría para fabricar mármoles, típicos para todo tipo de construcciones de la época.
También, por aquellos años se construyó el primer templo parroquial dedicado a San Juan Bautista, donde su planta consta de tres naves sostenidas por ocho grandes columnas, caracterizado por un estilo neoclásico. Dos torres sobresalen y sirven como campanario, sosteniendo además un bello reloj.
Aunque la población es devota a San Juan Bautista, patrono de Nogales celebrado el 24 de junio, los católicos le rinden culto a la imagen del “Padre Jesús del Ingenio” o de “las Tres Caídas”, pue por muchos años se celebró una concurrida y famosa feria a mediados del mes de agosto.