Asumidos o no como artistas, los investigadores pueden desarrollar habilidades para ser ilustradores de la naturaleza. Con conocimiento del detalle que caracteriza a los objetos, sujetos o circunstancias, se logran imágenes o ilustraciones como una estrategia para la divulgación del conocimiento, y por qué no decirlo, como un recurso desestresante.
Lograr dibujos con gran similitud al modelo es complicado, requiere en el ejecutante cualidades motoras, de memoria y de apreciación visoespacial particulares, lo cual es posible por la existencia de intrincados circuitos celulares en el cerebro. El buen funcionamiento y comunicación de este andamiaje neuronal permiten incluso el desarrollo de agudeza visual, auditiva, olfativa y táctil.
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Entonces, ¿Todos podemos ser ilustradores natos? Quizás no, pero nada que el trabajo de observación y la repetición constante no pueda resolver. En el área biológica o en las ciencias sociales, lograr una ilustración detallada es clave para identificar un objeto o sujeto en términos taxonómico, etnográfico o antropológico. Lo curioso es que el dibujo naturalista no es una práctica reciente.
A diferencia de nuestros ancestros, quienes nos legaron dibujos en la roca, hoy en día con un mayor uso de recursos estilísticos, los ilustradores logran enfatizar los detalles. Teniendo en cuenta esto, la ilustración naturalista ¿Debe ser elaborada solo por investigadores? O ¿son los profesionales de las artes gráficas los que deben cubrir este nicho profesional?
En cualquiera de los casos, requiere darse el justo valor al trabajo de los ilustradores, al tiempo de constituirse como una actividad profesional que permita migrar del dibujo naturalista a la ilustración científica, temática que se antoja para otra lectura.
*Instituto de Neuroetología, Universidad Veracruzana