El refuerzo intermitente puede mantener a las personas enganchadas en relaciones tóxicas, donde la gratificación es inconsistente pero la esperanza de obtener amor persiste.
Seguramente has visto alguna pareja donde uno trata mal a la otra persona, pero esta permanece en la relación buscando cualquier muestra de afecto que la haga sentir bien. Es una situación frecuente en las relaciones amorosas y puede explicarse gracias al principio psicológico de “refuerzo intermitente”.
Los seres humanos y los animales poseen un circuito de recompensa cerebral muy similar. El psicólogo B.F. Skinner comprobó esto mediante un experimento con ratas, en el cual estas presionaban una palanca dentro de una caja que algunas veces les daba comida, siendo esta un refuerzo positivo, y otras veces una descarga eléctrica, es decir, un refuerzo negativo.
El experimento estuvo basado en el “condicionamiento operante”, un proceso en el cual la frecuencia con que está ocurriendo una conducta, cambia o se altera debido a las consecuencias que esta conducta produce. Todos los seres humanos y animales aprendemos mediante este proceso durante toda nuestra vida con ayuda de los refuerzos condicionados.
De acuerdo al condicionamiento operante de Skinner existen dos tipos de refuerzo, el refuerzo positivo y el negativo; el primero es un estímulo que hace que la conducta se repita, mientras que el negativo, aumenta la conducta pero se retira un estímulo malo.
Aunque había la posibilidad de obtener un refuerzo negativo, las ratas seguían presionando sólo porque esperaban obtener comida otra vez, creando un ciclo de comportamiento compulsivo. Esto también puede verse en las relaciones humanas, en las que una gratificación impredecible e inconsistente mantiene a la persona enganchada.
Las recompensas positivas en el amor como flores, besos o mensajes de buenos días, son refuerzos positivos que activan áreas en nuestro cerebro que liberan sustancias placenteras conocidas como neurotransmisores, particularmente dopamina y serotonina, lo que puede generar una adicción a ese estímulo que las produce.
Cuando el estímulo es intermitente, el cerebro busca constantemente la siguiente dosis, llegando a tolerar conductas negativas en la relación. En el siguiente caso, Andrea y Ramón tienen una relación, en la que Ramón muestra interés de manera repentina; un día la trata con amabilidad y cariño, y otros días no le presta atención y la crítica. Andrea constantemente se siente en un estado de ansiedad y confusión debido a que no sabe cómo se va a comportar la próxima vez que se vean.
Esto puede convertirse en un ciclo que perjudique a la persona y la línea entre el amor saludable y el amor tóxico se ve separado mediante el refuerzo intermitente. Al comprender cómo funciona nuestro cerebro ante estas conductas, podemos reconocer estos patrones de comportamiento para saber si nuestra relación es saludable, ya que a diferencia de las ratas, nosotros podemos dejar de presionar la palanca.
*Escuela de Psicología, Universidad Anáhuac Xalapa.
Nota publicada originalmente en Diario de Xalapa