El manejo temprano y una atención médica continua son fundamentales para mejorar la calidad de vida y prevenir complicaciones graves en pacientes con cirrosis.
Se trata de una enfermedad costosa, cuyo impacto no se limita al paciente, sino que también afecta a quienes le rodean porque no hay tratamiento farmacológico específico y puede requerir en último caso un trasplante.
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Cuando hablamos de enfermedades del hígado, seguramente lo primero que se nos viene a la mente es la cirrosis, ya sea porque hemos escuchado historias de personas que la padecen o porque es un término comúnmente asociado con problemas hepáticos. Pero, ¿es realmente la cirrosis la peor condición que puede afectar a nuestro hígado? No es un secreto que las enfermedades hepáticas están en aumento.
En el año 2023, la Secretaría de Salud en México informó que los problemas hepáticos se encuentran entre las 5 principales causas de muerte, y Veracruz figura entre las regiones con mayor incidencia de enfermedades hepáticas. Esto puede atribuirse en parte al desconocimiento de muchas personas sobre su condición de salud hepática, ya que la cirrosis a menudo no presenta síntomas evidentes hasta que el daño es considerable.
Entonces, ¿qué es exactamente la cirrosis? Se trata de un trastorno que implica un daño en el hígado que altera la arquitectura de las células hepáticas, afectando su funcionamiento normal. Esto puede resultar en dificultades para procesar nutrientes, medicamentos y otras sustancias, lo que aumenta el riesgo de toxicidad.
¿Cómo se manifiesta la cirrosis?
La cirrosis se manifiesta a través de varios signos, como la ascitis, que es la acumulación de líquido en el abdomen debido a una alteración en la regulación de los fluidos, así como problemas en la síntesis de proteínas esenciales para la coagulación sanguínea, lo que aumenta el riesgo de hemorragias.
En esta condición, el tejido hepático normal es reemplazado por tejido cicatricial, lo que provoca un aumento de la presión en los vasos sanguíneos que transportan la sangre al hígado, dando lugar a hipertensión portal. Esto puede causar complicaciones como várices esofágicas y hemorragias, y afectar la capacidad del hígado para procesar y almacenar nutrientes.
Sin embargo, la cirrosis no representa la última etapa de la enfermedad hepática. Un hígado cirrótico puede desarrollar encefalopatía hepática, un trastorno que comienza con la acumulación de amoníaco en el cuerpo, que luego afecta al cerebro, provocando síntomas como confusión, cambios en la personalidad, problemas de memoria e incluso coma hepático en casos graves.
Es evidente que la cirrosis no es la única amenaza para la salud del hígado. Por lo tanto, el tratamiento no solo se centra en aliviar los síntomas, sino también en prevenir complicaciones adicionales y mejorar la calidad de vida del paciente.
Entonces, ¿cómo podemos prevenirlo? Reducir el consumo de alcohol, mantener una alimentación saludable y controlar y tratar enfermedades crónicas como la diabetes y la hipertensión son algunas medidas que pueden ayudar a reducir el riesgo de desarrollar cirrosis y sus complicaciones.
*Programa de Maestría en Neuroetología y Facultad de Química Farmacéutica Biológica de la Universidad Veracruzana.
Publicado en Diario de Xalapa