Orizaba, Ver.- En el valle de Orizaba ya quedan pocas cantinas tradicionales, pues son desplazadas por los bares llamados centros botaneros, que tienen pantallas de televisión y música.
El cronista urbano René Márquez Hooper contó que la tradicional cantina está a punto de desaparecer. En las que sobreviven, sin tanto ruido, dice, los parroquianos pueden discutir de política, amores, cultura y contar chistes, que, aunque sea pasados de moda, siempre hacen reír.
“Aún recuerdo La Pasadita, de Sur 2, entre avenida Colón y Poniente 3, donde jugábamos dados, baraja o dominó. Por cada cerveza servían tacos de papa con rajas, de frijoles y salsa macha o de longaniza”, añadió.
Recordó que la vieja cantina El Fortín, de Poniente 3 y esquina Sur 2, ofrecía de botana caldo de camarón y totopos con pico de gallo. Una vieja televisión de cajón amenizaba el ambiente. Era famosa su ‘tlacuaya’, una bebida con cerveza, alcohol y granadina, que era la receta secreta de los tomadores.
Agregó que al interior de ese legendario sitio de convivencia, los asistentes se convertían en abogados, arquitectos, ingenieros o maestros y era también oficina donde cerraban contratos y negocios.
“Atendían la señorita Cristina, “Cristy” de cariño; el chino Fidencio, el profesor; y el buen Quique, siempre atento decía: pásele, aquí todavía cabemos”, resaltó.
La cantina se volvió la casa de hombres, porque no dejaban ingresar a mujeres, “aunque dijeran los despistados que era su mamá o hermana”, reveló.
¿Qué cantinas tradicionales han cerrado en Orizaba?
Subrayó que la gente cree que aunque eran espacios viejos y para abuelos, cada cantina tenía su personalidad. Hace una década El Fortín cerró sus puertas, pero luego remodelaron el edificio para convertirlo en bar con música viva, botanas y pantallas gigantes.
Entre las cantinas que ya desaparecieron, el cronista ennumera Cleofás, Brazo Fuerte, Los Tarros, Los Poblanitos, Versalles, El Retiro, El Barco, La Carreta, La Cola del Gato, Choclos, Talibán, La Nochebuena, Paso del Obrero, Agua Azul, El Chipi-Chipi y la Hormiga.
“Las personas de 60, 65 años y más las extrañan porque ahí podían compartir ideas, sentimientos y vivencias; ahora ingresar a un bar es ver en pantallas de grandes dimensiones videos musicales o futbol”, apuntó.
Resumió que el "parroquiano" llegaba a la cantina a saciar la sed con una ‘amarga’, a charlar en la mesa del rincón y escuchar música del ayer en una rockola de discos de vinil.