/ martes 28 de junio de 2022

Sin árboles, el cielo caería sobre nosotros

Este 28 de junio se celebra el Día Mundial del Árbol y es una fecha ideal para recordar la gran importancia que tienen estos habitantes de la naturaleza

Los árboles son necesarios para el mantenimiento de la vida y la salud del Planeta, aunque su tala deliberada ha estado provocando que las causas del calentamiento global sean inexorables.

Este 28 de junio se celebra el Día Mundial del Árbol y es una fecha para recordar la importancia que tienen estos habitantes de la naturaleza.

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El naturalista, escritor y estudioso de las culturas y tradiciones relacionadas con las plantas y los árboles, Ignacio Abella explica como la paulatina extinción de los árboles ha estado provocando el distanciamiento del hombre con la naturaleza.

Detalla que la relación que mantenía la humanidad con el árbol se ha ido deteriorando conforme se han ido perdiendo las raíces que nos unían a él y a la naturaleza en general.

Para él, los pueblos indígenas son los que mantuvieron una relación muy estrecha con el árbol, debido a que ellos sabían muy bien que este cubría todas sus necesidades, desde darles de comer, hasta calentarlos y sabían muy bien que sin los árboles no había lluvia.

“Hay relatos muy bonitos a este respecto en los que se habla de que mucho antes de que lo descubriera la ciencia, antiguamente ya lo sabían, y la relación que se establecía era como la de los hijos hacia sus madres, de lo que se extrae una conclusión principal y es que la humanidad es como un gran árbol que ha perdido sus raíces y, por tanto, no tiene futuro mientras no recobre esas raíces”, destaca el escritor.


LA CONCIENCIA AMBIENTAL ANTIGUA

Otra de las causas del desequilibrio planetario es la deforestación, que nos conduce a un futuro cada vez más incierto y es que, de acuerdo Abella, es curioso que las antiguas tradiciones tuvieran una conciencia medioambiental mucho más clara que nosotros.

Ignacio Abella narra que Chan´Kin Viejo (1900-1996), el último to'ohil (líder espiritual) de los lacandones, denunció la tala de árboles de su territorio por parte de los extranjeros que saqueaban la tierra de sus ancestros, e inculcó siempre entre su gente la relación respetuosa con el mundo natural y el respeto por las influencias del mundo exterior, cuidando de mantener las propias tradiciones, formas de vida e identidad.

Te puede interesar: Menor contaminación, mayor esperanza de vida

Ante los problemas que se van desencadenando con el cambio climático, la existencia y la supervivencia de los árboles ya resulta imprescindible debido al oxígeno que producen, por la contaminación que reducen a todos los niveles, entre muchos otros beneficios que aportan a la naturaleza y a los seres vivos.

“Pero si sólo lo entendemos bajo un punto de vista intelectual o científico -aunque también sea necesario- no seremos capaces de entender realmente al árbol, no lo consideraremos realmente como algo de lo que formamos parte y con el que, yo diría, hace falta tener una relación espiritual”, detalló Abella. Y enseguida citó un proverbio: "los árboles son las columnas del cielo, si los derribamos el cielo caerá sobre nosotros".

ESENCIALES PARA EL FUTURO

El escritor enfatizó que sólo la empatía con el árbol nos incitará a defenderlo y a protegerlo, así como plantarlo y a tener ese mismo sentimiento de que alguna vez formamos parte de un mundo en el que los árboles eran esenciales para las generaciones venideras.

“Para nuestros mayores, los ancestros en todas las tradiciones de todos los continentes, cuando éramos indígenas, existían esas raíces en el entorno en el que vivíamos; el árbol era siempre el centro del mundo, lo mismo podemos verlo en la cosmogonía maya o en el universo mítico de los vikingos, donde el gran árbol del mundo mantiene y sostiene todo el universo”, señaló Abella.

Añade que hay que evitar las plantaciones masivas de monocultivos que pueden resultar muy rentables para las multinacionales que los implantan, pero que son catastróficos para los paisajes y las comunidades locales, porque acaban con la diversidad y consumen el agua de los territorios, agravando en suma los problemas ecológicos.

Finalmente, puntualiza que en las ciudades es donde resulta más difícil, pero más necesario cultivar esos grandes ejemplares que generan un clima saludable y benéfico para todos.

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Los árboles son necesarios para el mantenimiento de la vida y la salud del Planeta, aunque su tala deliberada ha estado provocando que las causas del calentamiento global sean inexorables.

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Detalla que la relación que mantenía la humanidad con el árbol se ha ido deteriorando conforme se han ido perdiendo las raíces que nos unían a él y a la naturaleza en general.

Para él, los pueblos indígenas son los que mantuvieron una relación muy estrecha con el árbol, debido a que ellos sabían muy bien que este cubría todas sus necesidades, desde darles de comer, hasta calentarlos y sabían muy bien que sin los árboles no había lluvia.

“Hay relatos muy bonitos a este respecto en los que se habla de que mucho antes de que lo descubriera la ciencia, antiguamente ya lo sabían, y la relación que se establecía era como la de los hijos hacia sus madres, de lo que se extrae una conclusión principal y es que la humanidad es como un gran árbol que ha perdido sus raíces y, por tanto, no tiene futuro mientras no recobre esas raíces”, destaca el escritor.


LA CONCIENCIA AMBIENTAL ANTIGUA

Otra de las causas del desequilibrio planetario es la deforestación, que nos conduce a un futuro cada vez más incierto y es que, de acuerdo Abella, es curioso que las antiguas tradiciones tuvieran una conciencia medioambiental mucho más clara que nosotros.

Ignacio Abella narra que Chan´Kin Viejo (1900-1996), el último to'ohil (líder espiritual) de los lacandones, denunció la tala de árboles de su territorio por parte de los extranjeros que saqueaban la tierra de sus ancestros, e inculcó siempre entre su gente la relación respetuosa con el mundo natural y el respeto por las influencias del mundo exterior, cuidando de mantener las propias tradiciones, formas de vida e identidad.

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“Pero si sólo lo entendemos bajo un punto de vista intelectual o científico -aunque también sea necesario- no seremos capaces de entender realmente al árbol, no lo consideraremos realmente como algo de lo que formamos parte y con el que, yo diría, hace falta tener una relación espiritual”, detalló Abella. Y enseguida citó un proverbio: "los árboles son las columnas del cielo, si los derribamos el cielo caerá sobre nosotros".

ESENCIALES PARA EL FUTURO

El escritor enfatizó que sólo la empatía con el árbol nos incitará a defenderlo y a protegerlo, así como plantarlo y a tener ese mismo sentimiento de que alguna vez formamos parte de un mundo en el que los árboles eran esenciales para las generaciones venideras.

“Para nuestros mayores, los ancestros en todas las tradiciones de todos los continentes, cuando éramos indígenas, existían esas raíces en el entorno en el que vivíamos; el árbol era siempre el centro del mundo, lo mismo podemos verlo en la cosmogonía maya o en el universo mítico de los vikingos, donde el gran árbol del mundo mantiene y sostiene todo el universo”, señaló Abella.

Añade que hay que evitar las plantaciones masivas de monocultivos que pueden resultar muy rentables para las multinacionales que los implantan, pero que son catastróficos para los paisajes y las comunidades locales, porque acaban con la diversidad y consumen el agua de los territorios, agravando en suma los problemas ecológicos.

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