Orizaba, Ver.- El centro de reunión familiar más grande de la ciudad, la Alameda Francisco Gabilondo Soler, comienza a tener una nueva cara, pues es remodelada en algunas de sus áreas. Después de 14 años, ese sitio que se ubica entre el Palacio de Orizaba y el Cerro del Borrego es intervenido para mejorar su aspecto.
La remodelación consta de diversas acciones: se cambiaron los juegos del área infantil, las figuras de los personajes de Cri-crí, que están en los jardines, fueron colocados sobre bases para evitar que se deterioren.
Fue colocado un puente que une dos jardines y alrededor del monumento erigido en memoria del general Ignacio de la Llave y Segura, que está en la explanada, se colocaron banderas tricolor, además, se dio mantenimiento al kiosco que ahí está y, los trabajos continúan.
La Alameda que lleva el nombre del destacado compositor de música infantil, orizabeño, Francisco Gabilondo Soler, y que es escenario de leyendas que cuenta la gente, como la de que el general Ignacio de la Llave se pasea por ella, la del carruaje fantasma o la de las botas militares que recorren las avenidas de ese lugar, fue inaugurada en 1855 y destruida por las tropas francesas en 1862.
Para diversión de las niñas, niños y padres de familia, levantaron un puente cerca de la estatua del genio musical Francisco Gabilondo Soler, pintaron las jardineras, reciclaron juegos infantiles y cambiaron adoquines dañados.
Alameda es punto de reunión
El cronista de la ciudad, José Luis Renneaum Alcocer, recordó que hace unas décadas, un grupo de mujeres al observar el mal estado de los andadores de la alameda, se pusieron a trabajar; “entre ellas, Matilde Francos y la señora Pimentel, que adquirieron una máquina para hacer adoquín con los que remodelación las calles del interior”.
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Ellas fueron las orizabeñas que pusieron su granito de arena para adoquinar las avenidas del centro de reunión de las familias del valle de Orizaba y municipios circunvecinos, que los fines de semana disfrutan de los juegos y la zona arbolada que les da sombra en tiempo de calor, subrayó.
Comentó que en puntos estratégicos están las estatuas del general Ignacio De la Llave y Segura, así como la de Francisco Gabilondo Soler, ilustres personajes orizabeños. Es, además, lugar ideal hacer ejercicio, pasear en calandria o caminar con tu mascota.
Los niños sonríen y son felices al visitar la zona de juegos y, al mismo tiempo admirar los personajes las canciones de Francisco Gabilondo Soler: el Grillo cantor, el Ratón Vaquero, la Patita, el Negrito Sandía, la Abuela y demás estrellas de sus canciones que son famosas hasta la fecha.
La leyenda de las botas
Vecinos de la periferia cuentan que hay una leyenda, la de las botas de militares que caminan en la noche por los pasillos de la alameda y, que suelen espantar a las parejas de enamorados que utilizan una banca como su nido de amor.
El mito tiene como escenario la escuela Cantonal, donde se albergó el Instituto de Educación Física los fines de semana. Esa institución tiene al frente, una gran extensión de jardín, que da -en los días de neblina- una vista misteriosa hacia la zona de álamos.
En la memoria de maestros y estudiantes que las vieron quedó grabada la imagen de las botas que caminan solas hasta llegar a un frondoso árbol, donde desaparecen sin dejar rastro alguno.
Ignacio de la Llave desciende de su pedestal
La anécdota ocurrió en la década de los 80. Relatan que el general Ignacio De la Llave baja de su pedestal y, camina durante la madrugada por los pasillos.
Vecinos y visitantes relatan que cuando el reloj de la catedral marca la media noche, el histórico personaje recorre desde el centro del parque hasta los arcos que marcan el acceso.
Carruaje recorre la alameda
Otra de las leyendas que dan vida al lugar es la que cuentan abuelas y abuelos de Orizaba, quienes dicen haber visto un elegante carruaje en el centro de la Alameda.
Quienes dicen haber sido testigos del extraño hecho, cuentan que a la par observaban a varias personas ataviadas con ropa que se utilizaba durante la época de los emperadores Maximiliano y Carlota.
Narran que la carroza era jalada por cuatro caballos blancos, que nerviosos movían sus cabezas. Dicen que debido a la distancia no les fue posible escuchar la conversación de estos personajes mientras abordaban el vehículo.