Orizaba, Ver.- Desde hace 17 años Rosalba vende elotes con chile, queso y mayonesa, primero en las calles del centro de la ciudad y, en los últimos diez años afuera del atrio de la Catedral de San Miguel Arcángel.
Mientras preparaba un elote, platica que vive en esta ciudad y comenzó a vender ese antojito al quedar desempleado su esposo.
Hace tiempo, dice, vendía en una canasta los elotes que ponía sobre una hoja del mismo y, llevaba el chile y los limones adentro de una bolsa. En ese entonces los vendían en seis pesos, hoy la pieza ya preparada cuesta 35 pesos.
La emprendedora lleva todo lo necesario en un diablito, se alumbra con una lámpara de pila y, para que la mercancía no se enfríe la guarda en una bolsa negra dentro de una cubeta de plástico.
Tiene estilo para preparar el elote, con una palita de madera lo adereza con mayonesa, luego le espolvorea queso Cotija y finalmente pregunta: “¿De cuál chile le pongo: morita, habanero, o de árbol?, los tres picantes son muy ricos”; la preparación termina poniéndole un chorrito de limón.
Lo entrega con una servilleta, el cliente le da la primera mordida, lo saborea y, así, en menos de 15 minutos deja sin granos el elote.
“No es fácil la vida de las vendedoras. Nos quitaron del parque, sufrimos persecución de inspectores de comercio, pero la iglesia nos dio cobijo, y hoy aquí nos ganamos el sustento 12 mujeres”, añadió la entrevistada.
"Ventas están bajas"
Comentó que la venta está muy baja, "traemos dos docenas y regresamos con una a casa"; pese a ello siguen en la lucha diaria para llevar el sustento a la familia.
Te puede interesar: Te damos un recorrido por la deliciosa gastronomía tradicional de Veracruz
Cuenta que la inversión que hacen es importante, pues el frasco de mayonesa de 2 kilos cuesta 270 pesos, la docena de elote, 100 pesos; el queso Cotija cuesta 120 el kilo, el paquete de servilletas, 35; además, el chile es caro, ellas lo preparan y muelen en su hogar, abundó.
Vende todos los días en un espacio del atrio del templo, y como no es mucha la gente que pasa por ahí, salen al Parque Central, Apolinar Castillo, a ofrecer su producto.
Los paseantes que llegan al parque las escuchan cuando ofrecen su producto: "¡Elotes, elotes!, ¿quiere elote?"... como ya las conocen, las siguen hasta el atrio de catedral, donde tienen su negocio.
Los clientes le dicen si quieren la pieza tierna o maciza, preparada con todo lo que le ponen o solo con sal, limón y chile.
La madre de familia llega con el diablito a las 4 de la tarde y cerca de las 8 de la noche, cuando deja de transitar la gente y cierran las puertas del atrio de catedral, empieza a guardar la mercancía, para regresar a su hogar y, al otro día volver a seguir luchando.