Orizaba, Ver.- “Mi alcoholismo inició en la niñez y se recrudeció en la adolescencia. Tomaba de manera frecuente, en el ambiente en que vivía era normal, todos consumían licor y cerveza en las fiestas”, afirma Francisco, integrante del grupo Fortaleza, de Alcohólicos Anónimos.
¿Francisco creció en un ambiente accesible a bebidas embriagantes?
Recuerda que tras una jornada de trabajo en la cervecería, su papá llegaba al patio 3 de mayo por la mañana. “Me decía vete por tres chelas y un refresco rojo, ya me hizo cruda”, agrega.
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Iba a la escuela primaria y, cuando llegaba a su casa y ya sabía que tenía que preparar la ‘campechana’ bien fría. “Le servía en un vaso de aluminio hasta que la espuma se derramaba”.
Expresa que como niño le entraba ansiedad por probar lo que tomaban en su familia, más si estaba frío. Comenzar a consumir alcohol comenzó como un juego, para saciar la sed.
Así, poco a poco, en fiestas y reuniones, desarrolló el vicio que veía normal, porque en su familia se bebía alcohol y cerveza. “Era parte de la tradición de cerveceros, una herencia que a veces alcanza a los hijos y nietos”, describe.
Platica que en una ocasión, un tío le compartió de su cerveza y una bebida con alcohol. Sentía euforia y comenzó a reír sin parar. Entonces, “ya sin permiso, agarré una copa y comencé a embriagarme como a los diez años”, dice.
En la preparatoria ya se había graduado de borracho. Entonces, sus compañeros sacaron un cigarrillo de mariguana, se lo ofrecieron y, así tuvo otra experiencia, del alcohol pasó a las drogas.
“En una ocasión llegué a la prepa en el norte de la ciudad, pero suspendieron las clases y fuimos a los potreros de Ixhuatlancillo, en busca de hongos alucinógenos que consumimos con chocolate. Tuve un viaje de 12 horas, de las nueve de la mañana hasta las nueve de la noche”, relata.
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La enfermedad se desarrolló tanto que tuvo lagunas mentales, de una borrachera al otro día no se acordaba cómo había llegado a su casa.
Señala que luego de tantas anécdotas malas, conoció el programa de Alcohólicos Anónimos, donde se sintió comprendido y sin el señalamiento de la sociedad.
Hoy, lamenta que la medida de prohibir el consumo de alcohol en menores se haya relajado y por eso hay casos de niños de 10 años, en la sierra de Zongolica y las faldas del volcán Pico de Orizaba, que ya son adictos a la cerveza, al cigarrillo y a las bebidas embriagantes.