El creciente aumento de estéticas y barberías ha logrado que cada vez sean menos las peluquerías tradicionales, aquellas que en sus orígenes eran solo para hombres. En Xalapa, desafía al tiempo la “Peluquería Welsh”, establecimiento con 95 años de antigüedad.
Ubicada en González Ortega número 7, a un costado de la Plazuela Manuel Maples Arce, sobresale desde lejos por la placa que conserva al frente, donde está el año de su fundación, 1926. Una vez dentro resulta imposible no reparar en dos sillones de piel negra, los cuales fueron pagados en 200 pesos oro cada uno.
Estos asientos tienen la particularidad de haber sido enviados de Estados Unidos a la capital del estado. Y aunque ahora están restaurados, fueron maquilados originalmente con piel de búfalo, así lo refieren las facturas originales en poder del doctor Carlos Welsh Rodríguez.
Ambas sillas de barbero tienen en el descansa pies un grabado de la marca Theo A. Kochs, de las más antiguas de Norteamérica, pues se trata de una compañía que se formó en 1871, en Chicago. Complementan el espacio fotografías de sus administradores y varios espejos, pero sobresalen dos de origen francés.
“DON BETO”
Atender en este lugar es para don Roberto (Beto) Rodríguez Olmos un honor y una motivación para levantarse cada mañana. A sus 81 años, se despierta temprano para abrir a las 9:00 en punto —antes abría a las 8:00— y desempeñar el oficio al que ha dedicado 66 años de su vida.
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Al recordar su niñez, vienen a la mente sus vivencias con su madre Emelia y su único hermano, en el municipio de Tlapacoyan, de donde es originario y donde también tuvo que trabajar desde chiquito. Para él no era el campo, prefirió irse con el peluquero del pueblo para que le enseñara.
“Empecé a los quince y a los 23 llegué a Xalapa. Primero trabajé en la peluquería La Guadalupana, que estaba en el barrio de Xallitic; luego con el señor Antonio Servín, en Primo Verdad, y con el señor Miguel Robles. Después me jubilé y ya llegué a la Welsh”, expresa en entrevista.
Y es que la peluquería "Welsh" no inició en González Ortega sino en la calle Enríquez, como un proyecto de los hermanos Rafael y Carlos Manuel Welsh González.
Otra de sus instalaciones fue en Carrillo Puerto, donde atendía Benigno López Quiroz, y con el paso de los años llegó finalmente al sitio actual, a cargo del doctor Carlos Manuel Welsh Rosales, quien estuvo al frente hasta 2013, cuando falleció.
En este sitio lleva cerca de tres décadas la peluquería y don Beto atiende desde hace 21, con clientes cuyas edades van desde los cuatro y hasta los 96 años, edad de don Nazario, quien ha sido uno de sus más fieles clientes.
“A mí me conoce mucha gente. Aquí han llegado magistrados, políticos, empresarios, distintos profesionistas, varias generaciones de una misma familia, el cronista de la ciudad, Vicente Espino Jara, y muchas otras personas muy fieles”, dice con satisfacción.
Aunque él se ha abocado al corte tradicional, arreglo de bigote y barba, ocasionalmente llegan jóvenes a pedirle cortes modernos y se los hace. También, una que otra mujer requiere su servicio, pero aclara que solo les hace cortes. Su misión es que se vayan contentos y contentas.
“Yo hago arreglos, no desarreglos. Tampoco hago líneas en la cabeza”, dice para luego emitir una sonora carcajada. Don Beto habla y sonríe casi todo el tiempo. A pesar del uso del cubrebocas impuesto por la pandemia, la mirada y los sonidos que emite lo delatan. Es un hombre alegre.
La pandemia por Covid-19 ha intentado quitarle la sonrisa, pero él se aferra a lo que le gusta. No ha dejado de trabajar. Manifiesta que ha sido difícil pagar la renta y mantenerse, pero poco a poco empieza a haber una recuperación.
Para él los días más críticos fueron hacia el inicio de la crisis, cuando la afluencia de clientes bajó entre un 50 y 60 por ciento. A pesar de todo, ve el futuro con optimismo.
Además, en la peluquería no está solo. El mayor de sus cuatro hijos, José Luis, lo acompaña en el oficio desde 2011. Casado con Jovita Morales, don Beto no ve cerca su retiro. Seguirá trabajando hasta que pueda.
Entre los pequeños detalles de su vida diaria, además de las innumerables pláticas con sus clientes, está llegar a la peluquería y darle de comer a las palomas.
Estas aves, apenas lo ven venir y bajan del árbol de la Plazuela en espera de ser alimentadas, justo en la puerta con marco rojo y vivos amarillo y azul que anuncian que allí hay servicio desde las 9:00 y hasta las 19 horas.
Nota publicada en Diario de Xalapa