Orizaba, Ver.- En la víspera del Día de Muertos, el Cementerio Municipal Juan de la Luz Enríquez se viste de vida, las familias que llegan a visitar a sus difuntos limpian lápidas, llevan ramos de flores y, reviven momentos con los que partieron. Los sepultureros ofrecen sus servicios a los visitantes, mientras ambulantes venden antojitos, que pasean en una canasta.
A lo lejos se escucha la música del mariachi, que acompaña al cortejo fúnebre que encabeza la carroza donde se observa el ataúd con los restos de una persona que se adelantó en el camino.
Un matrimonio carga un ramo de flor de cempasúchil una cubeta y cepillo con el que lavarán la sepultura del ser querido que ahí reposa desde hace algún tiempo en el panteón.
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En la Avenida Sur 43, donde hay un acceso al camposanto, una mujer de la Policía Vial brinda seguridad a los transeúntes que arriban al panteón.
Al recorrer el lugar se observa que algunos visitantes pintan la cruz de la tumba de su ser querido, quitan la maleza que rodea el sepulcro y, hacen oración.
La arquitectura del sitio es contrastante, ornamentos barrocos, altos adornos y tumbas cuidados y adornadas resaltan entre tumbas descuidadas. Hay lápidas coronadas por cruces y epitafios como: "Aquí descansa Juan, un padre amoroso”, mientras que otras, lucen despintadas.
Personal que labora en el cementerio supervisa que el lugar esté limpio en sus avenidas y caminos. Hay suficiente agua en las fuentes, para que los orizabeños dejen brillantes los sepulcros.
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Hasta los más pequeños de la familia ayudan separando con sus pequeñas manos las flores secas, se barre la tierra y que quede presentable para el día 2 de noviembre.
Estos días no se le tiene miedo a la muerte. Por un momento lo que prevalece es la vida y, se mantiene la percepción de que la muerte solo un sinónimo de eternidad.
Así, mientras el recuerdo del ser amado viva en el corazón de las familias del valle de Orizaba, éste vivirá.