Orizaba, Ver.- Para los católicos, vivir la Cuaresma en medio de la incertidumbre que provoca una guerra y de una pandemia, nos da la oportunidad para hacer una revisión profunda de vida, afirmó el padre Javier Yael Cebada Tejeda, Párroco de la Santa Cruz. Dijo que cada quien toma el tiempo y lo aprovecha según se deje tocar y hablar por Dios en ese tiempo que comienza este 2 de marzo, Miércoles de Ceniza.
En entrevista mencionó que la Cuaresma no es un tiempo solo para un espiritualismo desencarnado, al contrario, “es para meternos más comprometidamente a la vida social con los demás”.
Señaló que el conflicto que hay entre Rusia y Ucrania es muy lamentable, es un problema serio; es muy triste y doloroso ver que dos naciones no tienen paz y por ello mueren personas inocentes. “Están sufriendo el terror de ver en qué momento les toca perder la vida”, y eso le hace pensar también en las grandes guerras que hay al interior de muchos hogares donde no hay paz.
“Me hace pensar también en las grandes guerras que hay en los centros de trabajo, donde hay zancadillas y situaciones conflictivas, pienso también los pueblos de nuestro México que no tienen paz, en los estados; en Veracruz no podemos cantar victoria y en otros estados de la República hay situaciones de muerte y, parece que nos vamos acostumbrando a la muerte despiadada, eso es algo muy crítico no solo para el católico, sino para el que es ser humano, porque si algo nos está poniendo en jaque es que nos estamos deshumanizando”, aseveró.
Nos “acostumbramos a la violencia”, a la muerte despiadada y México tiene también una situación muy seria y acentuada en el tema de la violencia, la muerte, los secuestros, la pobreza y la enfermedad.
La pandemia ha cobrado muchas vidas, pero no solo ella, resaltó. Hay muchas situaciones que no son atendidas justa y dignamente, hay muchos enfermos por muchas situaciones. “Sufrimos agobio, cansancio, hartazgo… y la Cuaresma nos da la ocasión, porque así nos llevan las lecturas, paso a paso, de revisar dónde estamos parados como personas, como familia, como humanidad; de qué camino venimos y hacia dónde vamos a este ritmo”, subrayó.
El signo de la ceniza que se coloca al penitente tiene al menos la inquietud, el deseo de no quedarse parado donde se encuentra, sino de ir en busca de un mejor camino y ese es ser mejor persona, lo que implica todo un reto; pero no solo eso, sino tomar un estilo como el de Jesús.
Es una talla mucho más grande, pero Jesús hace la invitación a darnos cuenta de que sí es posible, también que sí es posible tener una reconciliación con los hermanos, con Dios mismo y por eso se ofrece la práctica de la limosna, el ayuno y la oración.
La limosna ayuda a salir del egoísmo, de solo pensar para sí; ésta no tiene que ver solo con dar una moneda, sino con el gesto y acto de generosidad de una persona con otra; de ver más allá y notar que el otro también necesita “y que le puedo compartir un poco de lo que yo tengo, tiene que ver con el acto de desprendimiento, con el de salir de mi egoísmo”, remarcó.
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La oración lleva a revisar cómo está la relación personal con Dios, porque a lo mejor lo mandamos de vacaciones; porque la relación también puede estar enferma, rota, dañada, quebrantada, en guerra; “el Papa Francisco en Evangeli Gaudium dice: “no a la guerra entre nosotros” y se refiere a las guerras de relaciones humanas, de los chismes, las difamaciones, las calumnias, de despreciar a los demás, de buscar ponerle zancadillas a los demás, de aplastar al otro para que pueda yo pasar”, explicó.
El ayuno invita a privarse de lo material para tener necesidad de la experiencia espiritual, de la experiencia de Dios; "son prácticas que ayudan a profundizar en nosotros mismos, pero para revisar mis relaciones para con los demás, no solo para que yo esté bien, eso es un intimismo espiritual y es una falsedad; se trata de profundizar en mí revisando mis relaciones con los otros, para reforzar y sanar la relación con los demás y con Dios”, concluyó.