Orizaba, Ver.- Ahora a los grupos de AA no sólo llegan jóvenes con problemas de alcoholismo, sino de drogadicción, adictos a la mariguana y a la “piedra”, dijo Juan “X”, integrante de la Central Mexicana de Alcohólicos Anónimos.
El guía del grupo “Fortaleza”, abundó que ahora piden ayuda personas con el doble estigma, es decir, que además de adicción al alcohol sufren por el consumo de drogas sintéticas.
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“En juntas de información al público encontramos que más del 50 por ciento de jóvenes que pide ayuda llegan con las dos acciones, pero como el programa es de autoayuda, depende del adicto si tiene el deseo de sanar”, añadió.
Reveló que quien consume alcohol, tarde que temprano traspasa los límites y, tarde que temprano prueba la mariguana o la “piedra”, que es muy adictiva.
“Cuando se tiene una adicción es fácil adquirir otra. Sin embargo, todas las adicciones tienen tratamiento y solución en AA”, destacó.
"Mi nombre es Juan y soy alcohólico". Es una frase que suena familiar incluso para aquellos que nunca han asistido a una reunión de AA.
¿Cómo se realizan las reuniones en AA?
Juan se presenta así ante los otros concurrentes a la reunión, que tiene lugar los 365 días del año en la unidad habitacional El Trébol, al oriente de la ciudad de Orizaba.
La respuesta es una bienvenida al unísono, cálida y entusiasta: "Hola, Juan".
Así, el formato de la reunión es simple: una presentación, una lectura, el testimonio de un miembro, luego una discusión abierta en la que cualquiera de los presentes puede compartir sus preocupaciones, sus logros o sus pensamientos.
Todos los miembros mencionan el "proceso de transitar por los 12 pasos", como uno de los pilares del programa de AA.
El primero de ellos, publicado cuatro años después de la fundación de la entidad, dice: “Admitimos que éramos impotentes ante el alcohol, que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables".
Los 12 pasos son -en pocas palabras- un plan de recuperación para lograr superar la adicción.
Ese plan incluye la sumisión ante un poder espiritual superior, el reconocimiento del alcoholismo como un problema que no tiene final, la reparación de los daños causados a las personas afectadas por la adicción y también un despertar espiritual a través de la oración o la meditación.