En la ciudad de las aguas alegres, Orizaba se cuentan aterradoras leyendas que hacen de su Pueblo Mágico un lugar místico que llama la atención para más de uno, por ello siempre está repleto de turistas que además se adentran a su Museo de Leyendas pues es aquí donde se personifica más de una historia de la ciudad.
Cuna de celebridades como Sara García “la abuelita de México”, Francisco Gabilondo Soler “Cri-crí” y un sinfín de artistas plásticos, Orizaba destaca también por sus barrios como el que protagoniza la leyenda de la bolsa del diablo: El Barrio de Pichucalco.
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¿Cuál es la leyenda de la bolsa del diablo de Orizaba?
Este sitio poseía una apariencia lúgubre y tenebrosa, habitantes de la zona comenzaron a circular el rumor de que por las noches se aparecía un perro negro que se paseaba por los rincones lanzando fuego por los ojos y el hocico, además de aullar de forma descomunal.
Cuenta la leyenda que a la orilla del rio habitaba una persona que vestía con harapos y vagaba por ahí brindando desconfianza por su desagradable apariencia.
Una noche don Epigmenio Contreras tuvo la mala fortuna de ser la primera víctima de una ola de asaltos en el barrio siendo despojado de sus pertenencias en la llamada “plaza del cura” por un hombre con antifaz.
Otros asaltos se fueron presentando dejando sin dinero y joyas a varios pobladores, además de que comenzaron a cometer asaltos a la iglesia del barrio y ninguna autoridad policiaca daba con el responsable.
Una mañana un joven escuchó lamentos de una mujer quien pedía ayuda desesperadamente, se aproximó al lugar de donde provenían los gritos y encontró a una joven amarrada; ella confesó que fue el pordiosero quien la tuvo prisionera allí por lo que inmediatamente acudieron a la policía y el hombre fue arrestado luego de ser acusado de toda la ola de robos en el Barrio.
Desde Orizaba fue trasladado a la ciudad de Veracruz para pagar por sus crímenes en el Castillo de San Juan de Ulúa. Se cree que el perro que se aparece de repente en la zona era realmente un nahual que a su vez se trataba de aquel hombre pues el animal siempre cargaba consigo un morral en el hocico.
Se cree que el hombre murió en San Juan de Ulúa, otros relatan que escapó y volvió a Orizaba para pasar sus últimos días.
Por ello el lugar es conocido popularmente como “La bolsa del diablo”.