EL SALMORAL, La Antigua.- La llegada de un huracán Grace a la entidad, revive en los habitantes de El Salmoral el miedo a perderlo todo. Y es que, hace casi 11 años, el devastador impacto de Karl en esa zona causó daños materiales cuantiosos y dejó dos pérdidas humanas en la localidad.
Hoy, la población se prepara para el azote de un nuevo huracán en medio de los aprendizajes que ya tienen y el temor que, según los vecinos, “nunca más se va a ir”.
Las huellas de Karl aún son visibles en esta localidad ubicada a escasos 5 kilómetros de la cabecera municipal de La Antigua. La marca del nivel que alcanzó el agua en las viviendas aún es un recuerdo latente de aquel 17 de septiembre de 2010.
Miguel Ángel Jiménez, recuerda el día del impacto de Kar en Cardel como “uno de los más difíciles de su vida” y es que, en menos de 24 horas perdió el patrimonio de muchos años de trabajo. Entrevistado mientras toma un refresco junto a dos hombres más, Jiménez cuenta que un día antes de la llegada del huracán las autoridades estatales les informaron que había un ciclón en la zona, sin embargo, nunca imaginaron la magnitud de lo que se avecinaba.
“En la mañana se vino la lluvia, primero un chipi chipi y luego comenzó más fuerte pero la verdad es que nadie creía que fuera a ponerse feo porque nunca nos había azotado un huracán”, cuenta.
Miguel Ángel tiene enfrente las instalaciones del Telebachillerato El Salmoran, institución que fue cubierta por completo de agua en 2010. A lo lejos se vislumbra un cerro, el mismo en el que pasó la noche del 17 de septiembre junto a su familia y cientos de habitantes. “Cuando vimos la verdad le dije a mi familia que teníamos que salirnos de la casa y lo que acatamos hacer fue subimos a la camioneta e irnos a la loma aquella”, señala. “Allá nos refugiamos y pasamos toda la noche porque era lo único que no tapaba el agua”.
Aunque de manera oficial se reportaron dos pérdidas humanas en El Salmoral, Miguel Ángel reconoce que pudieron ser varias más. Y es que, asegura que en cuestión de minutos los ríos que rodean la localidad se desbordaron y taparon casas completas. Él mismo tuvo que ayudar a evacuar a algunas personas a quienes el impacto les llegó por sorpresa.
“Me di una vuelta y me dijeron que ya se estaba saliendo el río y que el agua venía sacando la gente de sus casas. Me acuerdo que me encontré a un patrón que me dijo ‘vamos a sacar a doña Tila y a don Patricio de su casa’ y en cuestión de cinco minutos se levantó medio metro de alto el agua”, cuenta.
Tras la tragedia, Miguel y su familia fueron recuperando poco a poco todo lo perdido.
Hoy a 11 años de la tragedia que inundó todo el pueblo han aprendido más sobre los huracanes. En el trayecto construyeron un cuarto en el techo de su vivienda en donde suben sus artículos personales y cosas de valor y es ahí donde buscarán refugio en caso de que Grace los azote. Sin embargo, nada les ha quitado el miedo que aún sienten cada vez que se enteran de la llegada de un nuevo fenómeno meteorológico. “Da mucho miedo, claro, ahora ya solo escuchamos que viene otro y entra el miedo porque te acuerdas de lo que pasamos”.
A Lucio Mata la llegada de un nuevo huracán también le evoca recuerdos de ese 17 de septiembre cuando perdió todo “pero salvó la vida”. Y es que, a él le tocó ver de cerca como el río Antigua y el otro es el río Chico se unían en el pueblo e inundaban todo a su paso. En cuestión de minutos perdió todas sus propiedades.
“Me acuerdo que decían que iba a pegar a laguna Verde pero nos pegó aquí en La Antigua, por eso nos agarró de lleno a todos”, recuerda.
Asegura que los primeros efectos de Karl comenzaron cerca de las 10 de la mañana con lluvia y vientos que en su momento calificaron como fuertes. De pronto, todo se calmó y más tarde vendría la fuerza del huracán arrasando con todo a su paso. “Ahí fue cuando a todos nos asustó. Salimos de las casas y vimos los ríos creciendo, fue un susto en todo el pueblo”.
A casi 11 años de Karl, la llegada de Grace toma a Lucio más preparado. Desde el anuncio del impacto salió a conseguir cuerdas y antes de que llegue va a amarrar su casa “como tamal” para evitar que los vientos la derriben. Al ser de lámina de zinc corre el riesgo de salir volando. “La tengo que fajar para que no salga volando conmigo adentro”, explica entre risas.
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La otra preocupación del adulto mayor es el desbordamiento de los ríos ya que, aunque a simple vista pueden parecer secos y dar la impresión de que “con mucha sed se lo acaba uno” se trata de ríos de respuesta rápida que en cuestión de minutos pueden salirse de su cauce.
“El mes que viene es el más duro, el mes de los huracanes y nosotros estamos en medio de dos ríos así que tenemos que estar preparados. Ya se salieron una vez y se unieron así que ya no nos queda duda que pueden volver a hacerlo”, concluyó.