Veracruz, Ver.- Eulogio Hernández encontró en el oficio de barrendero un empleo para levantar a su familia, que desde hace 22 años sostiene con el sueldo que gana como empleado de Limpia Pública en el municipio de Veracruz.
Aunque dice que “no es el mejor oficio del mundo”, afirma que en este momento no lo cambiaría si tuviera la oportunidad. Y es que, asegura que hay días en los que disfruta cumplir con su deber “en un ambiente tranquilo en el que lo único que tiene que hacer es cumplir con la faena del día”.
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Actualmente se encuentra asignado a un parque de la zona centro de la ciudad de Veracruz en el que pasa la escoba y usa una pala como recogedor para la basura que los peatones dejan a su paso.
Eulogio dice que muchas personas creen que se trata de un trabajo poco complicado, pero explica que requiere de mucha puntualidad y compromiso; además de ganas de servir a la ciudadanía que pocas veces nota lo que hace.
Diariamente debe trasladarse a las instalaciones de la Dirección de Limpia Pública desde la colonia La Pochota, ubicada en la periferia de la zona urbana, para llegar a tiempo a su empleo, después de checar la entrada le es asignada su tarea, que por lo regular es la misma todos los días. “Es difícil, a lo mejor alguien dice que uno no hace nada, pero imagínese levantarse a las 5:30 o 6:00 de la mañana para llegar a tiempo al turno que iniciamos a las 7:00 de la mañana”.
Sin embargo, el oficio de barrendero no es monótono y sin ningún riesgo, como podría pensarse y eso lo explica Eulolio. Todos los días se enfrenta a las condiciones climáticas, que de no tomar las medidas correctas pueden causar afectaciones a su salud.
El intenso sol es algo que debe soportar casi todos los días, pero en un clima como el puerto de Veracruz, a veces le toca trabajar bajo una lluvia torrencial o vientos del norte que complican la labor.
A lo anterior se le sumó la situación inédita que generó la pandemia de Covid-19, ya que su empleo era considerado como esencial y no tuvo oportunidad de resguardarse en su casa, por lo que trabajó durante los meses más graves de la pandemia.
Fue en junio del 2020 que resultó contagiado del coronavirus, presentando un cuadro grave con síntomas que se mantuvieron hasta el mes de septiembre de ese mismo año. Recuerda que solo así se dio cuenta que sí existía la enfermedad en la que no creía.
“Yo estuve enfermo, mero me muero. Cuando empezó en el 2020 yo me enfermé en junio y hasta septiembre fue que empecé a componerme. No sé dónde me contagie porque yo era de los que no creía que se podía enfermar”.
Otras ocasiones es asignado a apoyar con trabajo de limpieza en colonias alejadas o escuelas públicas que piden ayuda al Ayuntamiento para cortar el pasto o podar árboles, labor que describe como jornadas extenuantes y pesadas. “Hay días en los que son muy pesados, días en los que hay mucho trabajo, como cuando nos piden apoyo en las escuelas, que se pide que vaya uno a chapear o podar árboles, ahí nos toca un trabajo más difícil”.
El barrendero comparte que entró a este empleo por recomendación de un conocido, se dice afortunado porque antes era más fácil ser contratado en esta área, pero ahora las plazas laborales están cubiertas y la única esperanza para nuevos ingresos va en función del crecimiento de la ciudad.
En un inicio fue asignado como parte del personal de limpieza en el Parque Ecológico, posteriormente en El Núcleo Deportivo, también lo asignan a escuelas y áreas verdes, así como colonias.
“Se acostumbra uno y es algo que me gusta, porque ya a esta edad es bastante complicado conseguir un lugar en donde trabajar y prestar servicios, a pesar de que a veces es pesado, puedo decir que es un oficio tranquilo, que es seguro, que es fijo”.
Aunque no se queja de su salario y de las prestaciones que recibe, relata que para completar sus ingresos en ocasiones ha recurrido a la venta de botellas que acopia durante su jornada de barrendero.
Sin embargo, esto lo realiza solo cuando tiene alguna emergencia que amerita ampliar sus ingresos económicos, ya que actualmente existen muchas personas que tratan de conseguir este material para venderlo.
“A veces junto botellas de plástico, esas se venden a 12 pesos el kilo y se genera otro recurso, pero eso ya es muy contado porque ya hay muchas personas que se dedican a acopiar este material para venderlo”.
A sus 61 años, agradece tener empleo aunque se trate de un oficio que para muchos es invisible, pues para él es una forma de continuar manteniendo a su familia y garantizar en un par de años un retiro tranquilo con su pensión.
Nota publicada en Diario de Xalapa