TLILAPAN, Ver.- Monseñor Eduardo Cervantes Merino, Obispo de Orizaba, presidió la Eucaristía en la que ungió las manos y dio el Sacramento del Orden de los Presbíteros a Enrique Jiménez Cortés, ante la comunidad que lo vio nacer y crecer en su vida espiritual. Con ello se convierte en el segundo sacerdote ordenado durante la pandemia.
En el marco de la fiesta del santo patrono de la parroquia de Santiago Apóstol, le recordó que su respuesta se hace compromiso, “para que lo experimentado a lo largo de tu vida, tu experiencia de vida comunitaria en la familia, la sigas cultivando y madurando, poniéndola al servicio de la construcción de la familia de Dios, que es la Iglesia. La vida de trabajo, de fe y responsabilidad que aprendiste en tu familia, hoy está llamada a crecer y asumirla en el Ministerio Sacerdotal”, resaltó.
Destacó que la unción de las manos (que es un momento especial dentro de la Eucaristía), es para prolongar la acción de las manos de Jesús, manos generosas, constructoras de paz, abiertas para dar, levantadas para bendecir, perdonar y levantar a los caídos, los más débiles, no para señalar, condenar, agredir o lastimar.
“La caricia y consuelo de Jesús, que hoy necesita nuestra sociedad tan lastimada, ha de llegar por las manos de sus ministros, necesitamos la pastoral del consuelo; manos que consuelan, ungen, animan, levantan al caído, que tienden al necesitado y se entrelazan con las de sus hermanos presbíteros y los hermanos laicos en la construcción de un mundo más humano, más justo, solidario y fraterno”.
Le pidió no olvidar que los presbíteros marcados por Jesucristo están llamados a ser misericordiosos y cercanos, especialmente con los más débiles, los más pobres y los más alejados; los que viven en las periferias humanas existenciales.
“Mantente abierto a las sorpresas que Dios ofrece en el Ministerio Sacerdotal, cultivando tu creatividad y tu imaginación para realizar la evangelización en las diferentes culturas de nuestra Diócesis, hoy tan variable, tan cambiante y necesitada de Dios”.
Al término de la ceremonia, en la que fue recibido por el presbiterio presente como su nuevo integrante, agradeció a Dios por el don de la vida, a sus padres, quienes ya están en la presencia del Señor; a sus hermanos, familia y comunidad de la parroquia de Santiago Apóstol, donde fue bautizado y recibió los Sacramentos de iniciación cristiana.
Agradeció también a la Diócesis y al obispo por el orden recibido, a los sacerdotes, diáconos, seminaristas y laicos que le acompañaron hasta ese momento; al Seminario Diocesano La Sagrada Familia, al Seminario de la Arquidiócesis de Xalapa, Rafael Guizar y al Seminario Buen Pastor de Córdoba, en los que cursó su formación.
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Finalmente se comprometió a hacer un ministerio lo mejor posible, esforzándose cada día en brindar un buen servicio donde se le asigne, “lo haré con mucha entrega, dedicación al servicio del pueblo de Dios”, dijo.