Vivir en casas compartidas en tiempos de Covid-19 puede tener grandes ventajas. Una de ellas, opina Claudia Villar, es que sean más las personas que estén cerca para apoyarse y cuidarse, así como crear rutinas de convivencia y estrategias que fortalezcan la actitud positiva.
Claudia, quien labora en la Universidad Veracruzana, se siente privilegiada por tener un salario fijo y poder cumplir cuarentena desempeñando su trabajo en casa. Lo mismo sucede con su esposo, Pedro Valencia.
En entrevista, comparte que inicialmente pensó que el encierro por la contingencia sanitaria sería caótico. No ha sido así, a pesar de que en dos casas en un mismo terreno viven ellos con su hija Giovana, quien tiene autismo; sus suegros, adultos mayores de 66 y 70 años, así como su cuñada, esposo e hijos.
Profesionales de la salud mental han dado a conocer a través de distintos medios que los hábitos forzados por las nuevas circunstancias de aislamiento obligatorio pueden desencadenar reacciones de tristeza, miedo, angustia, preocupación, desesperación, estrés y ansiedad.
Al respecto, Claudia acepta que sí ha pasado por momentos de angustia y sus familiares también. “Nos resulta inevitable porque tenemos amigos en el extranjero que nos han comentado cómo está la situación en los países donde residen. También hay frustración y coraje porque vivimos en el centro de Xalapa y nos toca ver desde la azotea a la gente que pasea con normalidad, y a las parejitas besándose. Sí me dan ganas de decirles que se cuiden, que piensen en sus padres o en sus abuelos. Sin embargo, me quedo callada porque no quiero que los niños en casa piensen que estoy muy alterada”.
Explica que su frustración es por varios motivos, pero especialmente porque comparte espacio con dos abuelitos que están conscientes de cómo el virus ha afectado los organismos de personas de su edad.
También, porque sí hace un mayor esfuerzo. “Debo levantarme a las 5 de la mañana para cumplir con mis deberes laborales y luego atender a mi hija, quien necesita que su rutina tenga la menor cantidad de alteraciones posibles”.
Claudia cuenta con el apoyo de su pareja y una de sus fortalezas para mantener saludable la relación son la tolerancia y llegar a acuerdos para compartir las tareas. En cuanto a su pequeña de seis años, tiene una rutina que incluye todos los días de la semana. Incluso el domingo está acostumbrada a salir de paseo y a visitar a sus tíos.
“En colaboración con maestras, terapeutas, doctores, la familia y amigos, hemos logrado que sea una niña feliz y sé que algún día será una mujer independiente; por el momento le hemos dicho que nos tenemos que quedar en casa porque el planeta está enfermo y tenemos que curarlo estando en casa. Hacemos lo que está en nuestras manos para que todo funcione”, señaló. Expresa que hoy más que nunca debe haber respeto en las familias, compartir responsabilidades, ser colaborativos y organizados, evitar las fricciones y buscar la armonía.
BIEN COMÚN
Algo que también ve indispensable es que si se tienen las posibilidades se fortalezca el sistema inmunológico. Ellos se han vitaminado y han aumentado el consumo de vitamina C de manera natural. Además, toman un “menjurge” de aceite de oliva con ajo y moringa. Por supuesto, han reforzado las medidas de higiene y hasta establecido una especie de cerco sanitario: “Si alguien sale de la casa, antes de entrar se cambia el calzado”. Claudia sabe que hay necesidades especiales en algunos sectores de la población, motivo por el cual exhorta a quienes puedan a que sean solidarios.
“Es importante que pensemos en nosotros, pero también en los demás. En ese aspecto, lo primero que nosotros decidimos fue comprar despensa para el señor que vende los periódicos en la calle de Alfaro. Nosotros nos resguardamos, pero debemos pensar en quienes no reciben un sueldo quincenal como nosotros. No estamos para egoísmos, es tiempo de trabajar por un bien común: salir de ésta de la mejor manera”.