Xalapa, Ver.-Hace 40 años la maestra Rosalba Pérez Priego dejó la enseñanza de ballet clásico al que se había dedicado durante 25 años para iniciarse en el karate, disciplina que ha practicado desde entonces ininterrumpidamente para llegar a ser cuarto dan; sin embargo para entenderlo empezó desde hace 35 años a estudiar la cultura japonesa y el idioma, lo que hoy le permite adentrarse en la literatura nipona.
A la vez, la maestra jubilada por la Universidad Veracruzana y el Colegio Preparatorio de Xalapa, abreva en la literatura francesa y en la inglesa en sus idiomas originarios. El título que le gustaría conservar sería el de poeta, pues ha publicado artículos en revistas como la Palabra y el Hombre, donde fue invitada por Sergio Galindo. También ha publicado los libros “Cuaderno de Verano” con el IVEC, “Xalapa, una ciudad extraña” con el apoyo del Ayuntamiento local, así como “Agua de Navajas” por el IVEC y el Fonca.
Asimismo aprende alemán en el Centro de Idiomas de la UV y náhuatl, porque cuando era pequeña sus padres, el ingeniero Manuel Pérez Tapia y su madre María Priego Pardiñaz le dijeron “tú estudia hijita” y se le quedó tan dentro que a lo largo de su vida no ha hecho otra cosa, indica quien también se desempeñó como editorialista de Diario de Xalapa.
El karate, dice, se convirtió en una forma de vida porque su práctica no es sólo golpear; el karateca nunca da el primer golpe, se defiende, por lo que representa fortaleza espiritual, física y mental que le ha ido formando fortaleza y carácter. A través de esta disciplina se enseña lo que se ha perdido, el respeto al otro, al prójimo, opina.
Fue ella quien hizo el programa para que la prepa “Juárez” tuviera la primera paraescolar de karate donde enseñó la disciplina y aún hoy uno de sus alumnos de aquel entonces es su compañero de dojo. Fue en éste donde hace 40 años conoció a su maestro, el artista plástico papanteco Román Espinoza López, quien hoy es su esposo.
Durante esos 40 años ha alcanzado el cuarto dan a través de exámenes profesionales internacionales, asienta la también reportera de Punto y aparte, donde tuvo la oportunidad de entrevistar a artistas como José Luis Cuevas, así como a gobernadores, gracias a cuyos reportajes tuvo la oportunidad de salvar las casas de Ana Güido, donde hoy se ubica la Casona del Beaterio y otra en la calle Doctor Lucio que perteneció a la familia Cerdán y luego a la Chedraui. También pudo salvar de la demolición Garnica, pues en los planos de la ampliación de la carretera a Veracruz ésta hubiera desaparecido.
La escritora, quien estudió para maestra de educación primaria y preescolar en la Escuela Normal Veracruzana, de la cual fue la egresada más joven en Veracruz con sólo 15 o 16 años, también aprendió danza en el entonces Conservatorio de Música lo que le permitió ser maestra por 25 años en la escuela “Manuel M. Ponce”, y ser miembro fundadora de la Compañía de Danza Moderna de la Universidad Veracruzana que fundó Guillermina Bravo, directora del Ballet Nacional, a instancias de Roberto Bravo Garzón, con la que bailó profesionalmente bajo la dirección de Raúl Flores Canelo en la obra “Pastorela”, entre otras.
Dar clases de danza fue una gran labor, añade, pues algunas alumnas suyas pasaron a la Facultad y ahora son maestras de esa institución. Como no ejerció la docencia a nivel preescolar ni primaria, se inscribió en la Facultad de Letras Españolas donde cursó hasta la maestría; para posteriormente estudiar la licenciatura en Filosofía, lo que considera ha sido una buena vida, pues no es que ande buscando hacer otras cosas, simplemente ha tomado las oportunidades y aún hoy no sabe quién es ni qué va a llegar a ser. Asimismo dio clases para la traducción del francés en la Facultad de Historia y trabajó como académica de la Universidad Pedagógica Nacional, sin embargo el título más honroso que le gustaría conservar sería el de poeta, como la nombró su amigo el antropólogo Roberto Williams, pues luego de los libros publicados, hoy en su confinamiento sigue escribiendo poemas que dedica a queridos amigos que han muerto.
Tiene algunos libros publicados, pero entre diez y doce sin publicar, los que son resultado de una trayectoria de 60 años, durante los cuales ha sido un placer escribir, aprender y vivir, lo que nunca le ha permitido sentir cansancio, concluye Rosalba Pérez Priego.