/ domingo 13 de diciembre de 2020

Narración: su hija desapareció hace 10 años, la creen en el limbo

En este entrega Miguel Valera te cuenta la historia de Rudy y Juanita, quienes perdieron a su hija desde hace 10 años

—¿Tú sabes qué es el limbo Rudy?, le preguntó Juanita a su esposo, mientras sumergía un pedazo de pan en el café caliente que había preparado, para aguantar el frío de siete grados con el amaneció Xalapa. —Pues sí, más o menos, le contestó. No es el cielo ni el infierno. Es el lugar a donde iban los niños sin bautizar y las personas que nacieron antes de Jesús. Es un borde, un límite, pero ya la iglesia católica dijo que no existe, que sólo era una hipótesis teológica.

—¿Te acuerdas que también así se llamaba un videojuego que le gustaba a Fany? Lo estrenaron ese mismo año que se la robaron, en 2010. Se divertía muchísimo en su Xbox buscando a su hermana perdida, en ese mundo gris, sombrío, lleno de misterios. ¿Sabes Rudy? Yo creo que mi Fany está en ese limbo. Me la imagino ahí, caminando sin poder llegar a casa.

—Ya Juanita, tranquilízate y desayuna. Se te van a enfriar estos huevitos en salsa verde que hiciste hoy. Tenemos que apurarnos para ir a la develación de la placa en el Parque Juárez y mira, qué frío tengo, siente mis manos. —Sí, Rudy, pero tú sabes que no dejo de pensar en ella. Ves cómo amaneció hoy, con esta neblina hasta abajo. Ahí me imagino a mi Fany, queriendo regresar a casa, pero en medio de esta neblina espesa, con frío, con hambre, en ese limbo de la existencia o no existencia, dijo en tono filosófico.

II


Habían pasado 10 años cuando Fany había salido de fiesta a un “antro” ubicado en la calle Enrique González Aparicio, entre Primo Verdad y Mata. Era joven, estaba llena de vida y no medía el peligro. Sus amigos la vieron subirse con otras amigas a un vehículo en la esquina de la calle Ferrín, que tomó hacia Hidalgo y se perdió en la oscuridad de la noche. Todos pensaron que seguiría la fiesta en algún lugar, porque era una chica muy popular, muy amable, que tenía muchos amigos.

Desde la madrugada que no llegaba a casa, sus padres empezaron a llamar a todos sus amigos, a familiares y conocidos. Presentaron una denuncia ante las autoridades y Juanita, angustiada, hizo guardia día y noche en ese callejón caminando, como sonámbula, de Primo Verdad a Mata. Nadie sabía qué había pasado y desde entonces no han logrado tener comunicación con ella.

Aunque amigos, familiares y guías espirituales les han dicho que seguramente ella ya está muerta, para ellos sigue viva, porque sólo está perdida. Aunque Rudy algunas veces se desanima y quiere parar, Juanita lo toma del brazo y le dice: viejo, yo sé que ella está viva, sé que está en algún lugar y la tenemos que encontrar. En diez años no han parado un solo día. Su recuerdo, su imagen, su rostro luminoso está siempre enfrente de ellos.

—Mira Rudy, yo creo que ella está en un limbo, entre esa neblina densa de la que te hablaba, pero está ahí y tenemos que encontrarla, le dijo.

III

Ese día, con el corazón estrujado y un frío que calaba hasta los huesos, llegaron al parque Juárez para la develación de una placa en memoria de los desaparecidos y desparecidas. Rudy y Juanita, como el resto de los integrantes de los colectivos, saben que eso no es suficiente, pero creen que cualquier acto de memoria, de recuerdo, cualquier símbolo que les haga pensar que ellos están en algún lugar, les da esperanza.

—Viejita, ¿crees que alguna vez nos cansemos de buscar a Fany? ¡No! Si seguimos caminando nunca nos vamos a cansar, porque caminar es ir hacia algún lado y nosotros sabemos hacia dónde vamos, le dijo, para explicarle que la esperanza es eso. Desde ese diciembre de 2010 que perdió a su Fany, Juanita no es la misma.

Cuando llegaron al parque Juárez, conteniendo el llanto, leyeron en la placa: “Este es el testimonio imborrable de sus seres queridos. El amor incambiable. La esperanza inagotable. La búsqueda incansable. La lucha incesante. A cada sol, un nuevo camino. A cada luna, renovada la plegaria. Siempre la presencia adorada, en la ausencia dolorida y la añoranza reverdecida, en las horas compartidas. Gobiernos irán y vendrán, dirán y callarán, harán o no harán, no nos detendrán. No hay olvido, ni hay derrota. No hay resignación, ni fragilidad. La pena nos levanta, la indignación nos alimenta y la fe nos fortalece. No existen fronteras ni murallas que no podamos superar. Solo habrá alegría, verdad y justicia cuando al fin les volvamos a abrazar. 07 de diciembre de 2020”.

Y ahí, al grito de “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”, Rudy y Juanita reavivaron la esperanza. “La ausencia de cada desaparecido duele en lo más profundo del alma”, escucharon decir a una de sus compañeras.

¿Cómo se explica el dolor del alma? ¿Es más fuerte que el dolor del tuétano? ¿Cómo describir lo que hemos vivido? ¿Cómo contar esta ausencia, que es presencia en nuestra memoria? ¿Cómo detener el camino si sabemos que alguien de nuestra sangre está más allá? ¿Cuántas lágrimas faltan? Con esas preguntas bailoteando en su cabeza, Juanita apretaba fuerte del brazo a Rudy, para no desfallecer. Las lágrimas ya conocían el camino en su rostro y regaban el pavimento de esta ciudad en cuyas calles se había perdido Fany.

—¡Vámonos Rudy, tenemos que seguir buscando!, le dijo Juanita a su esposo, para despedirse de ese altar temporal que sólo les motivaba a seguir disipando la densa neblina de ese limbo de los desaparecidos.

—¿Tú sabes qué es el limbo Rudy?, le preguntó Juanita a su esposo, mientras sumergía un pedazo de pan en el café caliente que había preparado, para aguantar el frío de siete grados con el amaneció Xalapa. —Pues sí, más o menos, le contestó. No es el cielo ni el infierno. Es el lugar a donde iban los niños sin bautizar y las personas que nacieron antes de Jesús. Es un borde, un límite, pero ya la iglesia católica dijo que no existe, que sólo era una hipótesis teológica.

—¿Te acuerdas que también así se llamaba un videojuego que le gustaba a Fany? Lo estrenaron ese mismo año que se la robaron, en 2010. Se divertía muchísimo en su Xbox buscando a su hermana perdida, en ese mundo gris, sombrío, lleno de misterios. ¿Sabes Rudy? Yo creo que mi Fany está en ese limbo. Me la imagino ahí, caminando sin poder llegar a casa.

—Ya Juanita, tranquilízate y desayuna. Se te van a enfriar estos huevitos en salsa verde que hiciste hoy. Tenemos que apurarnos para ir a la develación de la placa en el Parque Juárez y mira, qué frío tengo, siente mis manos. —Sí, Rudy, pero tú sabes que no dejo de pensar en ella. Ves cómo amaneció hoy, con esta neblina hasta abajo. Ahí me imagino a mi Fany, queriendo regresar a casa, pero en medio de esta neblina espesa, con frío, con hambre, en ese limbo de la existencia o no existencia, dijo en tono filosófico.

II


Habían pasado 10 años cuando Fany había salido de fiesta a un “antro” ubicado en la calle Enrique González Aparicio, entre Primo Verdad y Mata. Era joven, estaba llena de vida y no medía el peligro. Sus amigos la vieron subirse con otras amigas a un vehículo en la esquina de la calle Ferrín, que tomó hacia Hidalgo y se perdió en la oscuridad de la noche. Todos pensaron que seguiría la fiesta en algún lugar, porque era una chica muy popular, muy amable, que tenía muchos amigos.

Desde la madrugada que no llegaba a casa, sus padres empezaron a llamar a todos sus amigos, a familiares y conocidos. Presentaron una denuncia ante las autoridades y Juanita, angustiada, hizo guardia día y noche en ese callejón caminando, como sonámbula, de Primo Verdad a Mata. Nadie sabía qué había pasado y desde entonces no han logrado tener comunicación con ella.

Aunque amigos, familiares y guías espirituales les han dicho que seguramente ella ya está muerta, para ellos sigue viva, porque sólo está perdida. Aunque Rudy algunas veces se desanima y quiere parar, Juanita lo toma del brazo y le dice: viejo, yo sé que ella está viva, sé que está en algún lugar y la tenemos que encontrar. En diez años no han parado un solo día. Su recuerdo, su imagen, su rostro luminoso está siempre enfrente de ellos.

—Mira Rudy, yo creo que ella está en un limbo, entre esa neblina densa de la que te hablaba, pero está ahí y tenemos que encontrarla, le dijo.

III

Ese día, con el corazón estrujado y un frío que calaba hasta los huesos, llegaron al parque Juárez para la develación de una placa en memoria de los desaparecidos y desparecidas. Rudy y Juanita, como el resto de los integrantes de los colectivos, saben que eso no es suficiente, pero creen que cualquier acto de memoria, de recuerdo, cualquier símbolo que les haga pensar que ellos están en algún lugar, les da esperanza.

—Viejita, ¿crees que alguna vez nos cansemos de buscar a Fany? ¡No! Si seguimos caminando nunca nos vamos a cansar, porque caminar es ir hacia algún lado y nosotros sabemos hacia dónde vamos, le dijo, para explicarle que la esperanza es eso. Desde ese diciembre de 2010 que perdió a su Fany, Juanita no es la misma.

Cuando llegaron al parque Juárez, conteniendo el llanto, leyeron en la placa: “Este es el testimonio imborrable de sus seres queridos. El amor incambiable. La esperanza inagotable. La búsqueda incansable. La lucha incesante. A cada sol, un nuevo camino. A cada luna, renovada la plegaria. Siempre la presencia adorada, en la ausencia dolorida y la añoranza reverdecida, en las horas compartidas. Gobiernos irán y vendrán, dirán y callarán, harán o no harán, no nos detendrán. No hay olvido, ni hay derrota. No hay resignación, ni fragilidad. La pena nos levanta, la indignación nos alimenta y la fe nos fortalece. No existen fronteras ni murallas que no podamos superar. Solo habrá alegría, verdad y justicia cuando al fin les volvamos a abrazar. 07 de diciembre de 2020”.

Y ahí, al grito de “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”, Rudy y Juanita reavivaron la esperanza. “La ausencia de cada desaparecido duele en lo más profundo del alma”, escucharon decir a una de sus compañeras.

¿Cómo se explica el dolor del alma? ¿Es más fuerte que el dolor del tuétano? ¿Cómo describir lo que hemos vivido? ¿Cómo contar esta ausencia, que es presencia en nuestra memoria? ¿Cómo detener el camino si sabemos que alguien de nuestra sangre está más allá? ¿Cuántas lágrimas faltan? Con esas preguntas bailoteando en su cabeza, Juanita apretaba fuerte del brazo a Rudy, para no desfallecer. Las lágrimas ya conocían el camino en su rostro y regaban el pavimento de esta ciudad en cuyas calles se había perdido Fany.

—¡Vámonos Rudy, tenemos que seguir buscando!, le dijo Juanita a su esposo, para despedirse de ese altar temporal que sólo les motivaba a seguir disipando la densa neblina de ese limbo de los desaparecidos.

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