/ domingo 27 de diciembre de 2020

Narraciones: reportero tiene entrevista con el tiempo

Miguel Valera nos cuenta la historia de un reportero que buscó una entrevista exclusiva con alguien poco accesible, como lo es el tiempo

Lo encontré inasible en cualquier lugar. Su rostro siempre nuevo y testigo de lo eterno en sus manos, me miró con desconfianza.

Soy reportero, le dije, quisiera entrevistarlo. —¿Por qué, para qué?, me contestó reacio el Señor Tiempo. —Todos los días, respondí, en mi oficio, le admiro con devoción, a la vez que lucho con fiereza por atraparlo en palabras, en conceptos, en letras. Es la única manera en la que creo que puedo tenerlo, aunque esto sea mucho decir.

Su pupila se clavó con más profundidad en mis cejas, en el fulgor de la mirada de un reportero que busca la exclusiva. Quiso escaparse como se escurre el agua que de las manos va al río para no volver a ser la misma ni a bañar las mismas rocas. “Está bien, dime, pero te advierto empresa difícil”. “Mira”, me lanzó, sin oportunidad de la primera pregunta. “Soy inasible, a pesar de que muchos han querido atraparme”. “Aristóteles, con quien conversé en muchas ocasiones, llegó a decir que yo era la medida del movimiento según un antes y un después. Algo tengo de eso, pero soy más, tengo más en mis blancas barbas”.

—¿Quién eres, qué eres? “Es la vieja pregunta… y no esperes de mí la respuesta. Agustín de Hipona intentó comprenderme pero no lo logró. Un día, cuenta la leyenda, al tratar de entender ideas divinas encontró a un niño que con una concha llevaba agua del espumoso mar a un hoyo en la arena. —¿Qué haces?, le dijo el santo. —Intento meter el mar en este agujero. —Es una locura, nunca lo lograrás, respondió ingenuo el hombre de Hipona. —“Pues también es una locura lo que tú pretendes hacer al querer atrapar a Dios con palabras”.

Agustín calló y supo que hay cosas que nunca podremos comprender. —Pero algo hay de todo lo que se ha dicho y escrito de ti. “Sí, pero, por seguir con las ideas del mismo Agustín, te digo que al preguntarte el quid del tiempo (quid est ergo tempus?), la naturaleza, la primera pregunta que tú me lanzaste, el agobiado filósofo decía: ‘Si nadie me lo pregunta lo sé, pero si alguien me lo pregunta no lo sé’”.

—Como a las mujeres, a quienes no hay que tratar de entenderlas sino de amarlas, como decía otro autor. —“Exacto. Es lo más sensato que he oído de ti hoy. Así soy. Muchos pensadores a lo largo de la historia han querido asirme con vocablos, con palabras, pero mira, no hay nada más incoherente que definir lo indefinible, lo que no es sino que va siendo. Así soy yo. Cuando crees que me tienes dejo de ser. Me escurro y paso por sobre todo lo que hace el ser humano.

¿Sabes qué era yo antes de que tú nacieras o existieras? Era eterno. Sigo siendo eterno, pero ustedes los seres humanos me atraparon en su conciencia y eso ya me ha contaminado de lo frágil, de lo caduco, de lo que se acaba, como ustedes”.

“Tú sueles decir por la mañana que el día es tuyo, que el tiempo lo tienes en tus manos, que te vas a comer al mundo en la juventud. Sí, algo de eso haces y crees que tu reloj de leontina me tiene atrapado o el de la Gran Catedral o el de pulso de cualquier agitado ser humano. No. No me pueden atrapar tan fácilmente”. —¿Pero eres un ente de razón? “Sí, eso decían los escolásticos de la Edad Media. Ente de razón con fundamento en la realidad, porque el movimiento es mi aliado, es otra de mis alas, junto con el espacio. Ambos, te repito, me hacen asequible y descifrable. Con el espacio y el movimiento el tiempo parece estar atrapado. Algo hay de eso. En la eternidad no dependía ni del movimiento ni del espacio. Entre ustedes tengo que asirme a estos conceptos que son los que les dan sentido al estar en el mundo”.

—¿Entonces eras eterno? “Soy eterno y seré eterno. Cuando ya no quede nada sobre la tierra, cuando ustedes destruyan todo lo que los ata en espacio y movimiento, yo seguiré siendo y tal vez otra raza y otra generación me atraparán en su conciencia”. —¿Quieres decir que nosotros atrapamos a El Tiempo en nuestra conciencia? “Sí. Esa es la única manera en que ustedes pueden tener al tiempo. En su conciencia, en las medidas convencionales que marcan en cada zona horaria del mundo. Pero atrapar es una palabra muy grande para los seres humanos”.

—¿Estás finalmente por encima de nuestra posibilidad? “Ya te lo dije: soy inasible. Esa es la mejor palabra que me define. ¿Y sabes qué además? Soy su condena. En la medida en que crees poseerme tú te vas desgastando. Morir es el término. Paso por tu rostro y dejo huellas indelebles. Sin embargo ustedes han descubierto muchas maneras de combatirme. La memoria es una de ellas. Con la memoria atrapas el pasado y proyectas el futuro. La Historia es otra manera que los hombres han inventado para trascenderme. Las palabras también se han convertido en una forma de inmutabilidad. Sí, ante lo mutable lo inmutable se mantiene. Es una paradoja pero bueno, ¿qué no es paradoja y absurdo?”.

Salí de la charla con el tiempo tal vez más confundido que cuando llegué con él. Afuera el mundo celebraba la entrada del nuevo año. Con baile, vino y canto festejaban el nacimiento de un nuevo ciclo pero al mismo tiempo una fiesta a la cercanía de la muerte, a la fragilidad de los días, al acabose de lo temporal. “Sí, me dijo el Señor Tiempo, todo se acaba, todo se cae a mi paso, por eso mi esencia es ser puente con lo eterno. El hombre que trasciende, que brinca la historia y lo deleznable del mundo llega a lo eterno, al lugar donde nada se muere ni se acaba”.

Lo encontré inasible en cualquier lugar. Su rostro siempre nuevo y testigo de lo eterno en sus manos, me miró con desconfianza.

Soy reportero, le dije, quisiera entrevistarlo. —¿Por qué, para qué?, me contestó reacio el Señor Tiempo. —Todos los días, respondí, en mi oficio, le admiro con devoción, a la vez que lucho con fiereza por atraparlo en palabras, en conceptos, en letras. Es la única manera en la que creo que puedo tenerlo, aunque esto sea mucho decir.

Su pupila se clavó con más profundidad en mis cejas, en el fulgor de la mirada de un reportero que busca la exclusiva. Quiso escaparse como se escurre el agua que de las manos va al río para no volver a ser la misma ni a bañar las mismas rocas. “Está bien, dime, pero te advierto empresa difícil”. “Mira”, me lanzó, sin oportunidad de la primera pregunta. “Soy inasible, a pesar de que muchos han querido atraparme”. “Aristóteles, con quien conversé en muchas ocasiones, llegó a decir que yo era la medida del movimiento según un antes y un después. Algo tengo de eso, pero soy más, tengo más en mis blancas barbas”.

—¿Quién eres, qué eres? “Es la vieja pregunta… y no esperes de mí la respuesta. Agustín de Hipona intentó comprenderme pero no lo logró. Un día, cuenta la leyenda, al tratar de entender ideas divinas encontró a un niño que con una concha llevaba agua del espumoso mar a un hoyo en la arena. —¿Qué haces?, le dijo el santo. —Intento meter el mar en este agujero. —Es una locura, nunca lo lograrás, respondió ingenuo el hombre de Hipona. —“Pues también es una locura lo que tú pretendes hacer al querer atrapar a Dios con palabras”.

Agustín calló y supo que hay cosas que nunca podremos comprender. —Pero algo hay de todo lo que se ha dicho y escrito de ti. “Sí, pero, por seguir con las ideas del mismo Agustín, te digo que al preguntarte el quid del tiempo (quid est ergo tempus?), la naturaleza, la primera pregunta que tú me lanzaste, el agobiado filósofo decía: ‘Si nadie me lo pregunta lo sé, pero si alguien me lo pregunta no lo sé’”.

—Como a las mujeres, a quienes no hay que tratar de entenderlas sino de amarlas, como decía otro autor. —“Exacto. Es lo más sensato que he oído de ti hoy. Así soy. Muchos pensadores a lo largo de la historia han querido asirme con vocablos, con palabras, pero mira, no hay nada más incoherente que definir lo indefinible, lo que no es sino que va siendo. Así soy yo. Cuando crees que me tienes dejo de ser. Me escurro y paso por sobre todo lo que hace el ser humano.

¿Sabes qué era yo antes de que tú nacieras o existieras? Era eterno. Sigo siendo eterno, pero ustedes los seres humanos me atraparon en su conciencia y eso ya me ha contaminado de lo frágil, de lo caduco, de lo que se acaba, como ustedes”.

“Tú sueles decir por la mañana que el día es tuyo, que el tiempo lo tienes en tus manos, que te vas a comer al mundo en la juventud. Sí, algo de eso haces y crees que tu reloj de leontina me tiene atrapado o el de la Gran Catedral o el de pulso de cualquier agitado ser humano. No. No me pueden atrapar tan fácilmente”. —¿Pero eres un ente de razón? “Sí, eso decían los escolásticos de la Edad Media. Ente de razón con fundamento en la realidad, porque el movimiento es mi aliado, es otra de mis alas, junto con el espacio. Ambos, te repito, me hacen asequible y descifrable. Con el espacio y el movimiento el tiempo parece estar atrapado. Algo hay de eso. En la eternidad no dependía ni del movimiento ni del espacio. Entre ustedes tengo que asirme a estos conceptos que son los que les dan sentido al estar en el mundo”.

—¿Entonces eras eterno? “Soy eterno y seré eterno. Cuando ya no quede nada sobre la tierra, cuando ustedes destruyan todo lo que los ata en espacio y movimiento, yo seguiré siendo y tal vez otra raza y otra generación me atraparán en su conciencia”. —¿Quieres decir que nosotros atrapamos a El Tiempo en nuestra conciencia? “Sí. Esa es la única manera en que ustedes pueden tener al tiempo. En su conciencia, en las medidas convencionales que marcan en cada zona horaria del mundo. Pero atrapar es una palabra muy grande para los seres humanos”.

—¿Estás finalmente por encima de nuestra posibilidad? “Ya te lo dije: soy inasible. Esa es la mejor palabra que me define. ¿Y sabes qué además? Soy su condena. En la medida en que crees poseerme tú te vas desgastando. Morir es el término. Paso por tu rostro y dejo huellas indelebles. Sin embargo ustedes han descubierto muchas maneras de combatirme. La memoria es una de ellas. Con la memoria atrapas el pasado y proyectas el futuro. La Historia es otra manera que los hombres han inventado para trascenderme. Las palabras también se han convertido en una forma de inmutabilidad. Sí, ante lo mutable lo inmutable se mantiene. Es una paradoja pero bueno, ¿qué no es paradoja y absurdo?”.

Salí de la charla con el tiempo tal vez más confundido que cuando llegué con él. Afuera el mundo celebraba la entrada del nuevo año. Con baile, vino y canto festejaban el nacimiento de un nuevo ciclo pero al mismo tiempo una fiesta a la cercanía de la muerte, a la fragilidad de los días, al acabose de lo temporal. “Sí, me dijo el Señor Tiempo, todo se acaba, todo se cae a mi paso, por eso mi esencia es ser puente con lo eterno. El hombre que trasciende, que brinca la historia y lo deleznable del mundo llega a lo eterno, al lugar donde nada se muere ni se acaba”.

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