Río Blanco, Ver.- El corredor textil Orizaba-Camerino Z. Mendoza es un "camposanto regional" donde sólo existen muros derruidos, desempleo, inseguridad, pobreza y carencias. Pensionados comentan que las fábricas llegaron a ser puntero, en los 80’s, de la producción de telas.
A 117 años de la rebelión obrera en Río Blanco que, junto con el Movimiento Minero de Cananea, en el norte del país, antecedió a la Revolución que puso fin a la dictadura del priista Porfirio Díaz, el corredor de las fábricas textiles está desmantelado, los sindicatos diezmados y la gesta de los Mártires de 1907 quedó reducida a una ceremonia anual usada por los gobernantes en turno para la foto del recuerdo.
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Extrabajadores señalan que de la prosperidad alcanzada hace décadas, cuando se producían hasta 15 millones de metros de tela, al mes, para competir en los mercados mundiales, incluidos los de la alta costura, sólo quedan recuerdos. “Ni un metro se hila ya aquí”, recuerda Emilio Martínez, exobrero de Río Blanco.
Las cinco fábricas más representativas están paralizadas desde hace años y, la única que llegó a funcionar: Santa Rosa, en Camerino Z. Mendoza, se convirtió en una plaza comercial.
Don Jaime González, también exobrero, rememora la lucha de sus antecesores, los Mártires de 1907, dice que cansados de la explotación, en 1906 los trabajadores de las cinco grandes textileras de Veracruz: Río Blanco, Cocolapan, San Lorenzo, Santa Rosa y Cerritos se unieron en el Círculo de Obreros Libres y exigieron hacer valer sus derechos y prestaciones a los patrones extranjeros, quienes lograron que Porfirio Díaz emitiera un laudo arbitral, para declarar improcedente todo movimiento de huelga y, así, controlar a cada trabajador.
CNDH realiza investigación sobre hechos en Río Blanco
En un trabajo de investigación realizado por la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) se explica que, el 7 de enero de 1907, los obreros paralizaron las fábricas y quemaron las tiendas de raya. La respuesta llegó con el envío de tropas que acribillaron a más de 500 huelguistas, tanto en plazas públicas como a las puertas de las fábricas, en casas y en el campo; cifras, según cálculos de la memoria colectiva, pues los registros, al igual que muchos cadáveres, fueron desaparecidos.
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La masacre, que se extendió hasta el 9 de enero, cuenta la historia, fue uno de los factores que desencadenaron la Revolución de 1910 y, junto con la huelga de Cananea es considerada la génesis de la defensa de los derechos laborales en México.
Para los descendientes de los Mártires de 1907, las coronas de flores y las guardias de honor poco tienen que ver con la rebelión que hace un siglo provocó la pobreza y la represión. Hoy día “no hay mucho que celebrar”, aseguraron.
La gesta de hace 117 años dio paso a sindicatos obreros 'fuertes y libres' que prosperaron poco tiempo, pues luego fueron infiltrados por patrones y gobierno, que al final los desmoronaron.
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El último comité de huelga fue el de la fábrica de Río Blanco, que en 1992 paralizó actividades junto con mil 534 obreros. Desde entonces esa factoría no volvió a producir telas, pues su dueño cerró el complejo y pagó solo una gratificación a los trabajadores, pese a que prometió usar 200 millones de dólares, dinero de liquidaciones, para reabrir los telares.
El expresidente Carlos Salinas de Gortari, anunció la reapertura de la fábrica de Río Blanco, que fue adquirida por el extinto Juan Mata González, de origen poblano, quien fue nombrado como empresario del año, por el entonces gobernador, Patricio Chirinos Calero.
Mata González fue encarcelado en 2003, por evasión fiscal. Adquirió los complejos de Cerritos y Cocolapan, en Orizaba; San Lorenzo, en Nogales, y la fábrica de Río Blanco, y los integró en el consorcio Plamat. A decir de los extrabajadores, hostigó a los sindicatos, compró a los líderes y cerró fábricas con el argumento de que estaban en quiebra.
La famosa huelga y la subsecuente represión del 7 de enero de 1907, son considerados como los antecedentes que culminaron en el estallido armado de 1910.
El historiador Salvador Hernández Padilla, en su libro El magonismo: historia de una pasión libertaria 1900/1922 (Editorial Era, 1984), detalla:
“Salvo pequeños incidentes, los obreros de las fábricas textiles de cinco estados del país aceptaron el laudo de (Porfirio) Díaz. Pero el domingo 6 de enero en el Teatro Gorostiza de Orizaba, rodeado de fuerzas rurales y policías, se efectuó una caldeada asamblea. A las cinco de la mañana del día siguiente sonó el silbato de la fábrica de Río Blanco. Un grupo de obreros encaminó sus pasos hacia ella, pero no con la intención de reanudar sus labores, sino de incendiarla junto con los patrones y recortados, -así se les llamaba en esa época a los esquiroles-, que en número menor se encontraban dentro del edificio. Comenzaron por lanzar piedras contra las ventanas del inmueble, y fue entonces cuando el teniente Gabriel Arroyo ordenó, -según su propio informe de lo acontecido en Río Blanco la mañana del 7 de enero-, que su fuerza montada desenvainara los sables y retirara a los amotinados”. Lejos de amilanarse, los obreros persistieron en su propósito y, de nueva cuenta Arroyo ordenó cargar sobre la multitud...”, así daba comienzo la que se conoce como rebelión obrera de Río Blanco y no huelga, como hasta hoy se le llama.