¿Cuántas veces al día te enojas?, ¿cuántas veces sientes ira, tristeza, miedo o asco? ¿qué haces cuando te invaden?
Las emociones tienen mala fama; sin embargo, no son buenas ni malas, todas ellas son útiles para la sobrevivencia humana, nos ayudan a mantenernos a salvo y a relacionarnos con los demás; lo que hace falta es aprender a gestionarlas, es decir, desarrollar una inteligencia emocional, explica Lorena Rodríguez Alonso, docente con especialidad en Educación Infantil y Máster en Inteligencia Emocional.
La especialista radicada en España, donde realiza el proyecto Niños Felices, indica que una mala gestión de nuestras emociones conlleva a que se den situaciones de ausencia de diálogo, discusiones, peleas y violencia.
“Todo esto es por una mala gestión de nuestras emociones, pero si yo identifico qué me enfada, aprendo a expresar: ‘me siento así por ésta situación’ y comprendo por qué me siento mal, éste es el paso para poder gestionarlas”, indica Rodríguez Alonso.
La inteligencia emocional (IE)— nos dice la también integrante de Profesionales de la Educación— es la capacidad para percibir, para sentir, expresar, comprender y gestionar las emociones; es decir, identificar qué emoción siento, por qué la siento y cómo la voy a afrontar.
“La inteligencia emocional te sirve para estar bien contigo mismo y con los que están a tu alrededor; es ser capaces de, cuándo se produce una emoción, saber qué hacer con ella, cómo reaccionar y que ese reaccionar no nos lleve a un problema, a sentirnos mal, a hacernos daño”, agrega.
SERES EMOCIONALES
Pese a su importancia para poder relacionarnos mejor con los otros y estar en equilibrio con uno mismo, a la inteligencia emocional no se le ha dado la atención debida, indica Víctor Juárez López, máster en Neuroeducación y director del Colegiado de Profesionales de la Educación.
“Creemos que la inteligencia tal cual es algo positivo, le damos esa importancia a tener un coeficiente intelectual alto y hay una sobrevaloración de esto; pero las emociones también son importantes; la misma neurociencia ha llegado a conclusiones de que somos más seres emocionales que racionales”, indica el docente especialista en Educación emocional.
Añade que todos podemos educarnos a nosotros mismos para aprender a gestionar nuestras emociones o desde la escuela el maestro ser ese empuje para que los alumnos se descubran y hagan una gestión más eficiente de lo que sienten.
Juárez López expresa que lo primero es aprender a identificar qué es lo que sentimos: “Cuando el ser humano hace conciencia de sus emociones surgen los sentimientos; porque las emociones son efímeras, existen y duran de 30 segundos a 2 minutos en tu ser; lo que perdura es el sentimiento, es decir, cuando a esa emoción le agrego un pensamiento; por ejemplo cuando a la rabia que sentí la hago permanente al agregarle un pensamiento”. Por tanto es necesario identificar qué es lo que estamos sintiendo y por qué, para así canalizarlo sin que dure en nosotros más de lo debido y nos afecte, en primer instancia, en nuestra salud y después en nuestra relación con el otro.
“Algunas personas gestionan mejor que otras sus emociones, algunas de forma natural; pero todos podemos gestionarlas en cualquier momento de nuestra vida, porque a veces solemos decir 'soy enojón de nacimiento', cuando en realidad podemos añadirle el componente educativo, es decir, educarnos a nosotros mismos”, indica Juárez López.
Existen algunos componentes básicos que nos pueden llevar a ir desarrollando la inteligencia emocional, de acuerdo con el especialista estos pueden resumirse en:
“Autoconciencia, reconocer las partes de mi ser, es decir, preguntarse quién soy (mis limitaciones, mis fortalezas, mis puntos débiles, etc.) y qué puedo llegar a ser. Al generar la autoconciencia puedo ayudar a otros.
Autogerencia, que tiene que ver con cómo me puedo autocontrolar, adaptarme a una situación en específico, orientarme en mis logros y generar una situación de optimismo, motivación, buen ánimo. El estado de autogerencia nos permite avanzar ante una situación.
Conciencia social: Que tiene que ver con la forma en que nos llevamos con los demás, cuando entendemos que no somos seres solos y aislados sino que somos entes sociales. Aquí se desarrollan herramientas como la empatía”.
OBJETIVO, SER FELIZ
Lorena Rodríguez indica que la inteligencia emocional no es algo a lo que se llega una vez y ya se tiene para siempre, si no que son habilidades que se van trabajando día con día, es un desarrollo constante para conocernos y regular lo que sentimos.
“Las emociones se afrontan día a día, junto con la toma de decisiones y el expresarlas; se requiere valor para decir a qué se enfrenta uno y decidir que se quiere mejorar, y para ello se requiere tiempo para uno; pero todos tenemos esa capacidad de afrontar las cosas negativas que nos pasan y sacarles provecho; hay que preguntarse ‘¿quieres ser inteligente emocional?’ y al responder que sí, saber que eso acarrea una responsabilidad, que es trabajar día a día”, explica la docente.
Pero este esfuerzo tiene sus frutos y se pueden palpar poco a poco en nuestra vida cotidiana: “Aplicar la IE en nuestra vida cotidiana nos haría ser más conscientes del aquí y del ahora, del presente, de cómo soy, de mi visión, nos ayudaría a ser más felices, a ser más concretos en lo que somos; con buena gestión emocional, con tu buen entendimiento hacia ti mismo, entender y escanear las emociones de los demás, puedes ser más feliz”.
Y agrega: “No se trata de ser súper personas en un ámbito competitivo de ser el mejor, si no de que seas emocionalmente feliz y eso te llevará a otros caminos que te van a dar el éxito en otros ámbitos: familiar, de trabajo, educativo, formativo; si tú estás feliz contigo mismo vas a dirigirte hacia donde quieres llegar, hacia tus metas; pero desde el autoconocimiento, y eso implica responsabilidad contigo mismo”.
En ese sentido de responsabilidad para trabajar en uno mismo, un factor fundamental es dedicarse tiempo: “El tiempo es el principal componente para desarrollar nuestra inteligencia emocional, para conocernos; hay que darnos tiempo para generar un autonocimiento y preguntarnos: qué me gusta, qué no; qué me enfada, qué me hace sentir alegre, triste, enojado, sorprendido; de qué manera lo estoy gestionando hasta ahora, y saber que puedes modificarlo a algo mucho mejor y eso te va a posicionar a ser emocionalmente feliz", explica Lorena Rodríguez.