Xalapa, Ver.-Las bajas temperaturas de la temporada invernal no frenan el entusiasmo de Juan Carlos Martínez Morales, joven veracruzano de 29 años que se levanta a las 4:30 de la mañana para atender su micronegocio de jugos naturales en Xalapa.
Juan, quien desde niño ha vivido en la colonia Unidad y Progreso, es ingeniero en Bioquímica por el Instituto Tecnológico de Xalapa, y aunque le gustaría ejercer su profesión, ha hallado en el comercio una manera de ganarse la vida.
Haga calor o frío, trabaja todos los días, entre 12 y 13 horas, y los fines de semana hace un esfuerzo mayor, pues es cuando sus ventas repuntan. A diferencia de otras personas, la pandemia le ha servido como una plataforma, pues promociona los beneficios de las distintas vitaminas que contienen los jugos, especialmente la “C”.
“Yo corrí con suerte. Vi negocios quebrar, pero a mí me va bien y tengo algunos pedidos de restaurantes, hoteles, cafeterías y cervecerías; todavía me falta mucho para lograr lo que quiero, pero el trabajo y la constancia sí dan frutos”, expresa en entrevista.
La del ingeniero ha sido una vida sustentada en la cultura del esfuerzo. Agradece a su mamá el apoyo para que realizara la primaria, pero después, él empezó a obtener dinero y costearse sus estudios.
El xalapeño recuerda a uno de sus amigos, quien fue precursor de la venta de jugos por litro. Con él inició desde los 17 años en labores básicas y luego como encargado, pero por motivos personales, el emprendedor emigró a otra ciudad.
Juan comenta que allí vio la oportunidad de empezar su propio negocio. Y así lo hizo. Está por cumplir siete años en la venta de jugo 100 por ciento natural y en la crisis sanitaria decidió ponerle un nombre, JugoKarl, con la intención y la búsqueda actual de registrar su marca ante el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial.
“Mi objetivo principal es llevar a la mesa productos de gran calidad, que sean orgánicos y que nutran a las familias veracruzanas”, dice el joven, quien aspira a lograr en el futuro compaginar su microempresa con su carrera como bioquímico.
Actualmente, en el Bulevar Diamante número 10 ofrece jugos de limón, naranja, toronja, betabel, mandarina, zanahoria y hasta verde y combinados, en presentaciones desde los 50 ml hasta galones de cinco litros.
En las congelantes mañanas, en las palabras de Juan no hay queja por tener que tocar el agua fría o exponerse a salir a hacer sus entregas, al contrario, dice sentirse motivado pues en tiempos de crisis ha podido darle trabajo a una persona entre semana y a dos más en sábado y domingo.
A pesar de la colaboración, hay días en los cuales trabaja más de 12 o 13 horas, y si le hacen pedidos por la tarde-noche puede dedicar más tiempo: “Como todo microempresario tengo fe en llegar muy alto”, expresa el veracruzano, quien además se dice agradecido con todas las personas que ya confían en él.
Profesionales desempleados quieren ganarse un extra
En temporada invernal hay quienes sustituyen las oficinas o salones de clase por las frías calles. Y es que profesionales desempleados o que quieren ganarse un extra han hallado una fuente de ingresos en la venta de distintos productos.
Rey José de Jesús Esscoffie Piñero es criminólogo y vende pan; Susana Montiel es docente, pero hace tamales, y Liz, quien es bióloga, prepara desayunos para entregarlos a domicilio.
“A mí no me hace nada el frío, mientras haya trabajo hay que entrarle a todo”, dice Joaquín, quien laboraba en una editorial pero ahora sale a las 4 de la mañana de su casa porque es chofer de un proveedor de pollos. Antes de las 6 empieza la entrega en distintos puntos de la ciudad.
En consulta, profesionistas que perdieron su empleo durante la crisis sanitaria coinciden en que por la manera en la cual se desarrolló la pandemia en el segundo semestre de 2021 llegaron a pensar que en 2022 la situación mejoraría, pero no ha sido así.
Susana Montiel forma parte de la plantilla de maestros de una escuela particular; ya reanudaron clases presenciales, pero como se redujo la matrícula de alumnos, solo hay un grupo por grado; ella no obtuvo horas.
En su misma situación declaran estar profesionales de distintas áreas, quienes han apostado por la docencia en colegios privados pero aún no los llaman para volver a las aulas.
Emprender sus propias ventas, ya sea en lugares específicos o en redes sociales con servicio a domicilio, es una de las opciones más recurrentes: “En estos tiempos lo que más he observado es la solidaridad porque mis conocidos sí compran mis tamales, atoles o lo que prepare”, dice Susana Montiel.
Agradecida con sus amistades, cree que es una época de resiliencia: “Somos muchos quienes vendemos. La pena se queda atrás porque nuestro trabajo es honrado y hay necesidades que cubrir en la casa”.
El criminólogo Rey José de Jesús comparte que al inicio de la contingencia se quedó desempleado y recurrió a la venta de pan, en la colonia Emiliano Zapata. Con familiares dedicados a este negocio, lo tomó como una alternativa.
Al principio hacía entregas en los domicilios porque la gente tenía mucho temor de contagiarse, pero gradualmente la situación ha cambiado. Él nuevamente tiene trabajo pero para ganarse un extra continúa con la venta diaria por las mañanas.
Liz, egresada de la Universidad Veracruzana, también se quedó sin ingresos, pero señala las ventajas de saber cocinar, porque prepara desayunos por pedido, diseña cajas para regalos y elabora obsequios personalizados.
A pesar de que logra solventar sus gastos de manera holgada, manifiesta su deseo de volver a estar frente a grupo, pues es bióloga pero ha dado clases en secundaria y bachillerato. Este año está a la espera de la convocatoria para concursar por una plaza y dejar las escuelas privadas. Desea algo más estable.
Joaquín es editor. Menciona que esta industria se cayó con la pandemia y hasta el momento no se ve una mejoría. Sin embargo, vende libros nuevos y usados, y también se hizo de un trabajo que le da cierta estabilidad.
Como repartidor de pollo obtiene un salario semanal. A un año de desempañarse en algo que jamás imaginó hacer, el nativo de Orizaba se define como una persona optimista y declara que el aprendizaje es constante.
“Ser chofer no me quita el ánimo de estar cerca de los libros. Tengo un horario establecido y cuando termino me dedico a lo que me gusta. También he hecho algunas traducciones y correcciones”, comenta.
A los entrevistados se suma el testimonio de otros profesionistas, quienes explotan al máximo su creatividad o buscan dónde desempeñarse para salir adelante, igual que cualquier otra persona.
Así, hay quienes atienden puestos de venta de pollo, otros que venden ropa, volovanes, pasteles y postres. También están quienes han optado por ofrecer su servicio como choferes de taxis.
“A muchos, el Covid-19 nos vino a comprobar que no son solo palabras, todo puede cambiar de un momento a otro y la necesidad obliga a reinventarte y apoyarte en los demás”, expresa Karina.
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La joven escritora, egresada de Lengua y Literatura Hispánicas, tras lograr su independencia ha vuelto a la casa de sus padres, donde comparte gastos y es más fácil sobrellevar la situación, ahora que solo imparte uno que otro taller.
“Muchos conocidos regresaron al nido o comparten gastos con sus hermanos, amigos o tíos. Hoy más que nunca la solidaridad se hace presente en un escenario de supervivencia”, opina.
Publicado originalmente en Diario de Xalapa