/ domingo 13 de junio de 2021

Relatos Dominicales: El amor a un pueblo y a una identidad

En esta entrega Miguel Valera no cuenta sobre una mujer que valora sus raíces, el amor por su pueblo, su identidad, el recuerdo eterno de su padre y el cariño que le tiene a la tierra Tutunakú

Xalapa, Ver.-El 23 de mayo de 1989, cuando apenas tenía ocho años de edad, Nimbe participó en la carrera atlética “Corpus Christi”. Era un día soleado, luminoso. Desde niña, en los brazos de su padre, don Emilio Romero Olarte, bebió, como si de atoles tutunakús se tratara, la música, la fiesta, los colores y la pirotecnia de esta fiesta de identidad y cultura del pueblo de los tres corazones.

A invitación de su amiga Carla, la hija de Juan Chepe, Nimbe se inscribió en la categoría infantil de esta emblemática carrera que año con año llevaba a Papantla a competidores kenianos. Aún recuerda la alegría, la emoción y el nerviosismo que le inundaban, al pie del mural Homenaje de la cultura Totonaca del maestro Teodoro Cano.

Todo empezó bien de bajada, pero cuando pasó la terminal del ADO empezó a sentir la falta de aire. Al llegar al Club de Leones ya estaba a punto de rendirse y recordó la historia del poeta Fernando Pérez Salazar, quien siendo un niño también, ahorraba cinco pesos para irse caminando al Festival Xanat y justo ahí, en el Club de Leones se detenía a hidratarse, comprando una rebanada de piña o sandía.

Pero Nimbe no se encontró al vendedor de fruta. Fue su hermano Manuel quien la alcanzó y le dijo: nunca, nunca te detengas ni te sientes; puedes ir más despacio, pero no dejes de llegar a la meta. Así, con esa inyección de ánimo y de la mano de su hermano, Nimbe ganó esa medalla que guarda como un tesoro preciado.

II

“Para mí el Festival Corpus Christi son experiencias de vida”, me dice la mujer que este 2021 participó en el Comité Ciudadano Organizador de este evento que muestra la identidad y la grandeza del pueblo Tutunakú. “Yo no soy ni reina de Corpus Christi, ni poeta, ni música, ni atleta, pero soy parte del pueblo Tutunakú, soy la niña que corrió a los ocho años de edad y que lleva en sus venas la sangre de la dinastía Olarte”, me comenta, al recordar a su bisabuela Adelaida Jiménez y a su abuela Rosario Olarte Jiménez.

Por eso, con nostalgia, recuerda también a su padre Emilio Romero Olarte. Cuando alguien le preguntaba si él era de Papantla solía decir que no, que Papantla era de él, porque el nombre oficial de la ciudad es Papantla de Olarte.

A su padre, Nimbe lo recuerda en la feria, cargándola o de la mano. Un día, en un juego de lotería su madre se ganó una vaporera para hacer tamales y entonces su padre se acercó a ella y al oído, le dijo: deja que mi hija se lleve el peluche, yo luego te compro otra tamalera. La mamá cedió y Nimbe sonrió feliz por ese regalo. —Viejo, ¡qué barata te sale la felicidad de tu hija!, le dijo doña Alicia Castellanos a don Emilio Romero Olarte.

III

A los 13 años de edad, Nimbe tuvo que despedirse de su padre para siempre. Un cáncer de estómago le quitó la vida. La princesa totonaca, la consentida del papá y de sus tres hermanos, Emilio, Manuel y Edgar, lloró desconsolada la ausencia. Don Emilio nunca pudo ver el sueño de convertir a su hija en Reina del Festival Corpus Christi, vistiendo su traje regional.

Al cumplir los 15 años Nimbe no quería festejo, porque aún le dolía en el alma la muerte de su padre. Doña Alicia la convenció y un mes antes de la fecha, juntas tejieron el vestido que usaría para la fiesta. “Este traje lo guardo en casa con mucho cariño, porque me recuerda mis 15 años, pero también mi origen, mi identidad y el deseo de que mi padre me hubiera visto llegar a esa edad”, me comenta.

Por eso, cada vez que Nimbe escucha las primeras notas del Huapango de Moncayo, las trompetas, los trombones y los violines, se le eriza la piel. En el escenario del Festival Xanat, en Papantla, aparecen más de 200 artistas, más de 200 danzantes y el cielo se ilumina con la pirotécnica. Es un espectáculo único, un momento excepcional del Festival Corpus Christi, que muestra la identidad y la grandeza del pueblo Tutunakú, me reitera la mujer que lleva en sus venas la sangre de la dinastía del General Serafín Olarte.

IV

Para el pueblo de los tres corazones —Tajín, Papantla y Yohualichán— este encuentro excepcional reúne lo mejor de su historia y cultura. Arte, poesía, gastronomía, voladores y Ximena I, la Reina que fue coronada por el alcalde Gilberto Rubio Ruiz el sábado 29 de mayo, alentado por manos ciudadanas y Nimbe, la niña que corrió por primera vez a los ocho años de edad.

El viernes, una tormenta eléctrica mandó la señal de Tajín, el dios del Trueno, ser poderoso, el guerrero del Totonacapan. Al lado del Comité Ciudadano Organizador y detrás de un mural en honor de los voladores de Papantla, Nimbe me muestra con orgullo la medalla que ganó un 23 de mayo de 1989. La guarda con recelo, con cariño y con nostalgia. Ahí, en sus manos, frágiles como la vida, está el amor por su pueblo, su identidad, el recuerdo eterno de su padre y el cariño que le tiene a la tierra Tutunakú.

Xalapa, Ver.-El 23 de mayo de 1989, cuando apenas tenía ocho años de edad, Nimbe participó en la carrera atlética “Corpus Christi”. Era un día soleado, luminoso. Desde niña, en los brazos de su padre, don Emilio Romero Olarte, bebió, como si de atoles tutunakús se tratara, la música, la fiesta, los colores y la pirotecnia de esta fiesta de identidad y cultura del pueblo de los tres corazones.

A invitación de su amiga Carla, la hija de Juan Chepe, Nimbe se inscribió en la categoría infantil de esta emblemática carrera que año con año llevaba a Papantla a competidores kenianos. Aún recuerda la alegría, la emoción y el nerviosismo que le inundaban, al pie del mural Homenaje de la cultura Totonaca del maestro Teodoro Cano.

Todo empezó bien de bajada, pero cuando pasó la terminal del ADO empezó a sentir la falta de aire. Al llegar al Club de Leones ya estaba a punto de rendirse y recordó la historia del poeta Fernando Pérez Salazar, quien siendo un niño también, ahorraba cinco pesos para irse caminando al Festival Xanat y justo ahí, en el Club de Leones se detenía a hidratarse, comprando una rebanada de piña o sandía.

Pero Nimbe no se encontró al vendedor de fruta. Fue su hermano Manuel quien la alcanzó y le dijo: nunca, nunca te detengas ni te sientes; puedes ir más despacio, pero no dejes de llegar a la meta. Así, con esa inyección de ánimo y de la mano de su hermano, Nimbe ganó esa medalla que guarda como un tesoro preciado.

II

“Para mí el Festival Corpus Christi son experiencias de vida”, me dice la mujer que este 2021 participó en el Comité Ciudadano Organizador de este evento que muestra la identidad y la grandeza del pueblo Tutunakú. “Yo no soy ni reina de Corpus Christi, ni poeta, ni música, ni atleta, pero soy parte del pueblo Tutunakú, soy la niña que corrió a los ocho años de edad y que lleva en sus venas la sangre de la dinastía Olarte”, me comenta, al recordar a su bisabuela Adelaida Jiménez y a su abuela Rosario Olarte Jiménez.

Por eso, con nostalgia, recuerda también a su padre Emilio Romero Olarte. Cuando alguien le preguntaba si él era de Papantla solía decir que no, que Papantla era de él, porque el nombre oficial de la ciudad es Papantla de Olarte.

A su padre, Nimbe lo recuerda en la feria, cargándola o de la mano. Un día, en un juego de lotería su madre se ganó una vaporera para hacer tamales y entonces su padre se acercó a ella y al oído, le dijo: deja que mi hija se lleve el peluche, yo luego te compro otra tamalera. La mamá cedió y Nimbe sonrió feliz por ese regalo. —Viejo, ¡qué barata te sale la felicidad de tu hija!, le dijo doña Alicia Castellanos a don Emilio Romero Olarte.

III

A los 13 años de edad, Nimbe tuvo que despedirse de su padre para siempre. Un cáncer de estómago le quitó la vida. La princesa totonaca, la consentida del papá y de sus tres hermanos, Emilio, Manuel y Edgar, lloró desconsolada la ausencia. Don Emilio nunca pudo ver el sueño de convertir a su hija en Reina del Festival Corpus Christi, vistiendo su traje regional.

Al cumplir los 15 años Nimbe no quería festejo, porque aún le dolía en el alma la muerte de su padre. Doña Alicia la convenció y un mes antes de la fecha, juntas tejieron el vestido que usaría para la fiesta. “Este traje lo guardo en casa con mucho cariño, porque me recuerda mis 15 años, pero también mi origen, mi identidad y el deseo de que mi padre me hubiera visto llegar a esa edad”, me comenta.

Por eso, cada vez que Nimbe escucha las primeras notas del Huapango de Moncayo, las trompetas, los trombones y los violines, se le eriza la piel. En el escenario del Festival Xanat, en Papantla, aparecen más de 200 artistas, más de 200 danzantes y el cielo se ilumina con la pirotécnica. Es un espectáculo único, un momento excepcional del Festival Corpus Christi, que muestra la identidad y la grandeza del pueblo Tutunakú, me reitera la mujer que lleva en sus venas la sangre de la dinastía del General Serafín Olarte.

IV

Para el pueblo de los tres corazones —Tajín, Papantla y Yohualichán— este encuentro excepcional reúne lo mejor de su historia y cultura. Arte, poesía, gastronomía, voladores y Ximena I, la Reina que fue coronada por el alcalde Gilberto Rubio Ruiz el sábado 29 de mayo, alentado por manos ciudadanas y Nimbe, la niña que corrió por primera vez a los ocho años de edad.

El viernes, una tormenta eléctrica mandó la señal de Tajín, el dios del Trueno, ser poderoso, el guerrero del Totonacapan. Al lado del Comité Ciudadano Organizador y detrás de un mural en honor de los voladores de Papantla, Nimbe me muestra con orgullo la medalla que ganó un 23 de mayo de 1989. La guarda con recelo, con cariño y con nostalgia. Ahí, en sus manos, frágiles como la vida, está el amor por su pueblo, su identidad, el recuerdo eterno de su padre y el cariño que le tiene a la tierra Tutunakú.

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