ORIZABA, Ver.- Debido a que no se logró generar las condiciones adecuadas al interior de las familias, la violencia que se genera al interior de las mismas cuando no tiene otra salida, se expresa en otra de tipo estructural, como puede ser la trata de personas o la niñez migrante no acompañada y, “cuando hablamos de la trata de personas nos referimos a diferentes fines, como puede ser la explotación sexual, la explotación laboral y las adopciones ilegales, la mendicidad forzada e incluso el tráfico de órganos”, aseveró Carmen Gabriela Ruiz Serrano profesora de carrera de la escuela Nacional de trabajo social de la UNAM.
Mencionó, al término de la conferencia que impartió sobre “El Trabajo Social, una intervención situada: relevancia e impacto”, en el marco del 30 aniversario del Instituto Atenas de esta ciudad, destacó que actualmente, las niñas, niños y adolescentes se encuentran en un espectro de violencia y fronterización de sus contextos. “Hoy en día podemos ser testigos del maltrato que se da en sus hogares, pero también fuera de ellos”, acotó.
Señaló que, dentro de los hogares, el maltrato que se expresa a nivel físico, emocional o psicológico y aqueja a niñas y niños no solamente de contextos precarizados, sino también de otro tipo de contextos familiares.
Hoy día en nuestro país tenemos índices alarmantes como que del 100 por ciento de las personas que son explotadas sexualmente el 30 por ciento está en el rango de 0 a 18 años. Hoy sabemos que nueve de cada 10 niños indígenas no logran satisfacer sus necesidades fundamentales y que la mitad de niñas y niños en nuestro país vive en un contexto de precarios
Subrayó que es urgente y necesario voltear la mirada y ver como sociedad, que la niñez es responsabilidad de todos y en la medida que se proteja a las niñas, niños y adolescentes “tendremos una sociedad menos violenta y con mayores oportunidades”, apuntó.
Para lograrlo, enfatizó hay que pensar, en muchos niveles, en políticas públicas eficientes que entiendan que la atención de niñas y niños no se sitúa nada más en el sujeto, sino entenderlo como parte de un contexto familiar y comunitario; generar condiciones adecuadas para que los cuidadores sean cada vez más cercanos.
Que les permitan, desde el respeto y el trato entre niños y niñas, pensar en los contextos educativos e incluir a las familias, para a nivel individual y familiar generar una crianza mucho más segura, mucho más nutrida y que los niños sean el motor medular, “entendiendo que en la medida en que les demos espacios seguros van a tener un mejor desarrollo”, concluyó.