Aunque la diversidad sexual es algo cada vez más normal en la sociedad, en la década de los 70 era muy complicado aceptarse como homosexual, asegura Augusto, quien “salió del clóset” en 1978 cuando tenía 18 años.
Explica que en esa época las relaciones entre personas del mismo sexo tenían que esconderse y era casi imposible que una pareja de hombres saliera a la calle o hiciera demostraciones de afecto en público. “Antes la gente era espantada y las relaciones homosexuales eran más tapadas, no salíamos. Pero poco a poco se está liberando eso, ya cada quien vive su vida y vive el momento”, asegura.
Entrevistado en la florería en la que trabaja, Augusto reconoce que para su familia, en especial a su mamá, fue muy difícil aceptar su decisión de relacionarse afectivamente con hombres y que le costó mucho trabajo que entendiera su inclinación sexual. No obstante, el amor fue más fuerte y hoy, con casi 61 años, disfruta de la aceptación de todos los miembos de su familia.
“Mi familia ya no me rechaza, todos entendieron que se trataba de un aspecto más de mi vida. Ahora cada que veo padres que reniegan de sus hijos por ser homosexuales o lesbianas les hago ver que es es un pendejismo de los señores, porque no les va a quitar nada esa decisión de sus hijos”, asegura.
Aunque Augusto tuvo clara su homosexualidad, una decepción amorosa a los 20 años hizo que decidiera no volver a tener una pareja estable. Desde hace 40 años decidió no casarse ni tener hijos y su vida ha transcurrido entre parejas ocasionales y dedicándose al cuidado de su madre, quien falleció a incios de este año. “No me casé, no tuve hijos, no tuve a nadie, pero no me arrepiento”, declara.
Sobre esa parte de su vida, cuenta que a los 18 años recién llegado a Xalapa entabló una relación con un joven de su edad con quien rentó una casa y vivió en pareja por dos años, sin embargo, tras ese tiempo el joven se enamoró de una mujer con quien se casó y tuvo hijos. “Sí me dolió pero pensé ‘igual, que siga su camino, nada de pelear por él porque la vida continúa’. Después de eso me quedé solo porque con el que pensaba vivir me falló, así que yo de plano no quiero”, dijo.
Hoy, Augusto se ha topado con un nuevo fenómeno el de jóvenes en busca de un “sugar daddy”, o sea hombres mayores que a cambio de sexo puedan darles dinero en efectivo o regalos costosos. Ante esto, reconoce que que se trata de una práctica cada vez más común, pero él nunca ha visto al sexo como una transacción económica. “Yo ese tema lo tengo muy claro, si quieres va a ser un amistoso pero hasta ahí, nada de que yo te vaya a pagar dinero o a comprar un reloj o un anillo”.
Incluso, el entrevistado asegura que este tipo de acciones pueden llegar a ser riesgosas en las relaciones homosexuales, ya que los adultos mayores pueden ser víctimas de violencia física. “También a muchos homosexuales los han matado porque prometen dinero y luego no pagan. Ese tipo de situaciones son peligrosas”.
Finalmente, el hombre que ha enfrentado la discriminación y el acoso por ser homosexual cuenta que con los años ha aprendido a no hacer caso de las críticas de las demás personas y menos aún, dice, cuando estas críticas son por su orientación sexual. “Si te critican por algo malo lo entiendes, pero en mi caso, la gente que habla de mí por ser homosexual no tiene caso que les preste atención, digo, tampoco es que pueda hacer algo en contra de eso; yo no me voy a acabar por otros, yo vivo en mi casa, como y me visto con lo que trabajo, así que digan misa. Yo tengo mi casa propia y soy feliz con lo que soy”, concluyó.