“En 1950 estudiar una carrera profesional era una verdadera hazaña”, declara Filiberto Morales Valdivia, profesor jubilado de 77 años de edad, quien a través del libro "Las telarañas del campo" ha decidido dar cuenta de sus vivencias y las opciones educativas de antaño.
En entrevista, explica que las experiencias son autobiográficas, pero al mismo tiempo constituyen un homenaje y un agradecimiento a sus padres campesinos y a todos aquellos que aun sin suficientes recursos económicos se esfuerzan para que sus hijos tengan mejores condiciones de vida.
Originario de la localidad San Cristóbal, municipio de Chayuco, en el estado de Oaxaca, Filiberto Morales recuerda con nostalgia que en su lugar de nacimiento solo se podía estudiar hasta tercer año de primaria, grado que repitió en tres ocasiones, hasta que hastiado le pidió a su papá que lo llevara al distrito de Jamiltepec. No sin limitaciones, concluyó allí su educación básica para después aprovechar la oportunidad que a él y a seis chicos más les dio el entonces director del Instituto Indigenista de la Costa Chica para llevarlos a presentar su examen a la Normal Rural de Varones, en el Istmo.
“No había carreteras y salías en avión de la costa a Oaxaca, para después viajar en autobús entre siete y ocho horas. Era un internado y solo yo pasé el examen. Ahí estudié seis años. Esta primera etapa de mi vida es la que aparece en el libro. Mi carrera profesional quiero incluirla en otro volumen”, dijo quien al concluir sus estudios fue enviado al estado de Veracruz, donde trabajó inicialmente en la zona de Tlapacoyan. Posteriormente continuó su profesionalización con diplomados y maestría.
Durante 24 años se desempeñó como profesor de telesecundaria, 16 más se desarrolló como director y siete años fue supervisor escolar de telesecundaria en la zona 35, con sede en Xalapa.
En su larga trayectoria de 47 años de servicio, Filiberto Morales tiene el mérito de ser fundador de la Telesecundaria de Díaz Mirón, municipio de Martínez de la Torre, en tiempos en los que no había energía eléctrica y tenía que trabajar con una sola televisión y una pequeña planta de luz.
Hoy, que la tecnología es fundamental para el proceso de aprendizaje y es una competencia básica para el alumno, emocionado, el maestro expresa: “Son tiempos de darle otro sentido a la educación. Estamos hablando de un cambio radical de la cultura educativa donde toca a los profesores animar a los jóvenes para que ellos sean diferentes, para que hagan la diferencia”.
Quien fuera director de la Telesecundaria 79 de Banderilla declara que la “televisión para educar se vuelve a poner de moda y no hay más que adaptarse”.
Padre de tres hijos formados como ingenieros con maestría en docencia, el maestro Filiberto está casado con la profesora Luz Pazos. Sus días transcurren en la capital del estado.
De espíritu inquieto, quien llegó a ser en su juventud secretario general de la sociedad de alumnos del Comité Nacional Estudiantil —agrupaba a los 29 internados rurales del país—, el profesor precisa que su más reciente iniciativa, "Las telarañas del campo", fue editada de manera artesanal, con apoyo de Abelardo Córdova Hernández.
“Es un sueño hecho realidad. Un mensaje para las nuevas generaciones: por muchas dificultades que haya, si tenemos aspiración de algo, sí se puede lograr”, afirma.